Escáneres del cerebro completo podrían revelar alteraciones importante es los cerebros de personas adictas y abstinentes. POR: Maria Fernanda Alonso
Las adicciones han sido objeto de gran cantidad de estudios y, aún así, hay mucho que desconocemos. Lo más importante es que pocas intervenciones han probado ser eficaces y duraderas en su tratamiento. Ante esta situación, son necesarios enfoques novedosos capaces de brindar oportunidades para el desarrollo de intervenciones más eficaces. Con esto en mente, un equipo de investigadores utilizó escáneres del cerebro completo para estudiar el desempeño de los cerebros de personas adictas y abstinentes, y encontraron importantes alteraciones entre los adictos durante ciertos procesos psicológicos (Nestor et al., 2020).
El equipo examinó los cerebros de 68 individuos de control y 83 individuos actualmente abstinentes. Las sustancias utilizadas en el segundo grupo incluyeron alcohol, cocaína y opiáceos. Una tarea de retraso con incentivos monetarios fue usada para medir la actividad cerebral mientras esperaban una recompensa, un proceso psicológico con anomalías demostradas entre los adictos y los individuos en recuperación.
Ambos grupos estaban bien emparejados en términos de su desempeño en la tarea, pero los individuos abstinentes mostraron interrupciones significativas a nivel global, con agrupaciones reducidas y una mayor longitud del camino.
En el análisis de redes, el coeficiente de agrupamiento es una medida clave de conectividad, que aumenta con el número promedio de conexiones entre nodos (en este caso, sitios del cerebro). La longitud del camino se refiere a la distancia mínima que debe recorrer la información en una red para llegar de un punto a otro; cuanto más conectada esté una red, menor será la longitud del camino. Por lo tanto, los coeficientes de agrupamiento bajos y las longitudes de los caminos altos indicaron un estado global reducido de conectividad entre regiones. El análisis de redes demostró interrupciones en la conectividad relacionada con la recompensa en el grupo de adicción, tocando las regiones cognitivas, estriatales y límbicas.
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Los autores esperan que estos hallazgos puedan ayudar a crear nuevas líneas de tratamiento que tenga en cuenta las particularidades del desempeño de las personas adictas y abstinentes en estos procesos psicológicos.
Referencia bibliográfica: Nestor, L. J., Suckling, J., Ersche, K. D., Murphy A., McGonigle, J., Orbana C., Patersona L. M., Reeda L., Taylor, E., Flechais R., Smith D., BullmorE E. T., Elliott R., Deakin B., Rabinere I., Hughes A-L., Sahakian B. J., Robbins T. W., Nutta D. J., ICCAM Consortium (2020). Disturbances across whole brain networks during reward anticipation in an abstinent addiction population. NeuroImage: Clinical, 27, 102297. https://doi.org/10.1016/j.nicl.2020.102297
Fuente: Psypost
RECUPERADO DE: https://www.psyciencia.com/escaneres-del-cerebro-completo-podrian-revelar-alteraciones-importante-es-los-cerebros-de-personas-adictas-y-abstinentes/
La importancia del rol como formador del psicoterapeuta. POR: Ibon de la Cruz Apaolaza
La temática de este artículo es muy concreta: la necesidad de todo psicoterapeuta de ser un buen formador.
Como es bien sabido, son varias las funciones que realiza un psicoterapeuta durante un proceso de terapia: creación de una relación sana y segura, mejora continua de los canales de comunicación con el cliente, descubrimiento de los patrones de comportamiento, provisión de la cantidad y calidad necesaria de retroalimentación…
Lo cierto es que la elaboración de todas estas funciones se realiza de forma conjunta con el cliente y no suele ser necesario el hacerlo de forma oculta: lo ideal es que todo se haga de forma consciente y, dentro de lo posible, agradable.
Construir una relación sana y productiva requiere tiempo y mucha atención, ya que siempre suele estar sujeta a ajustes y cambios, en función de los progresos y mejoras que se realicen en el proceso.
Podríamos decir que todo proceso terapéutico realizado de manera seria y profesional, es un “traje a medida” que se adapta al cliente a la perfección, permitiendo optimizar el aprovechamiento de todos los recursos disponibles.
Pero hay un elemento al que no se le suele prestar la debida atención: el papel del terapeuta como formador.
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La formación en la psicoterapia
Es esencial que todo profesional de la psicoterapia sea un formador capaz y efectivo.
Una de las frases que más se escucha, sobre todo durante los primeros días del proceso terapéutico es: “no sé lo que me pasa”. Cuando el paciente acude a consulta, suele tener una serie de pensamientos, sensaciones y sentimientos que no acaba de comprender. Evidentemente, ha intentado buscarles explicación, pero no lo ha conseguido de forma satisfactoria. Se da cuenta de que todo ese conjunto de vivencias le está perjudicando en su vida diaria.
Y aquí es donde comienza la labor de formador del psicoterapeuta. Además de todas las funciones que hemos citado y muchas más, este profesional ha de ser capaz de crear un relato solvente y realista, efectivo y práctico, sobre la situación de su cliente. Y ha de ser capaz de transmitírselo.
Por eso, un buen psicoterapeuta ha de tener experiencia, una gran capacidad de escucha real, una habilidad notable para descubrir patrones y una gran cantidad de conocimientos previos. Por no hablar de una enorme capacidad de responder a situaciones imprevistas, que siempre se irán presentando (no olvidemos que la psicoterapia está dirigida a la vida, que es un proceso siempre cambiante).
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Más allá de los conocimientos teóricos
No basta con poseer un amplio conocimiento de la psicopatología y de los problemas más frecuentes que afectan a la vida de las personas. Hay que ser capaz de utilizar herramientas como la escucha activa, la narración, la creación y la aplicación de metáforas, la utilización creativa del humor…
Además de eso, hay que disponer de un gran banco de información científica, para poder recomendar vídeos, artículos o libros a los clientes, en función de sus necesidades y sus capacidades.
También se necesita conocer historias, miles de ellas. Unas serán reales, otras no, para poder ofrecer modelos en los que el cliente se vea reflejado. Historias en las que también es fácil ver cómo han sido resueltas. Y esas historias han de abarcar muchos registros, ya que no es lo mismo hablar con una persona enamorada de los libros, un cinéfilo o alguien a quien sólo le interese la actualidad política, por ejemplo.
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Estableciendo un lenguaje común
Por otro lado, es muy importante la creación de un lenguaje común. Este es un elemento que suele ser ignorado, pero que es de suma importancia: no es lo mismo hablar con un ingeniero informático que con un sanitario, con un ferviente católico o con un ateo convencido. Toda la relación terapéutica se basa en ese lenguaje común, que se creará en función de las particularidades del cliente más que en las del terapeuta.
Uno de los recursos más interesantes para encontrar un lenguaje común es el utilizar las aficiones como terreno común. Por ejemplo, a una persona aficionada a la jardinería se le puede hablar de “podar pensamientos inútiles”, “fertilizar partes de la vida con una buena actitud”, “quemar los rastrojos del rencor”, etc.
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A modo de conclusión…
Si juntamos todos los elementos que acabo de citar (y muchos más que no comento por falta de espacio), vemos que es fundamental que un terapeuta sea un pedagogo de primer orden. Porque una parte importante de sus funciones es el crear una estructura operativa de trabajo y saber transmitirla, el ofrecer a su cliente una historia realista que le permita afrontar y superar su situación y el transmitir de la manera más efectiva posible los conocimientos y técnicas más relevantes para la vida de esa persona que ha confiado en el terapeuta.
Además, deberá explicar cómo aplicar conocimientos y técnicas en la vida diaria, ya que ante todo, buscamos comprensión y efectividad, es decir, cambios a mejor.
Como se puede ver, la formación del psicoterapeuta es un proceso sin fin, en el que siempre se puede aprender más y más. Es un aprendizaje sin fin que resulta gozoso para quienes estamos enamorados de este arte-ciencia tan difícil y tan hermoso como es la psicoterapia.
RECUPERADO DE: https://psicologiaymente.com/clinica/importancia-rol-formador-psicoterapeuta
¿Es malo tener mucho tiempo libre?. POR: Nahum Montagud Rubio
Todo el mundo valora tener tiempo libre, un tiempo que podemos ocuparlo con nuestras aficiones, salir a pasear, quedar con los amigos o, simplemente, aprovechar para descansar del ritmo frenético que supone la vida de todo trabajador.
La relación entre felicidad y tiempo libre parece que es directamente proporcional. A medida que nuestro tiempo libre crece, también lo hace nuestra sensación de bienestar pero, ¿hasta qué punto? ¿Existe un límite?
¿Es malo tener mucho tiempo libre? Esta ha sido una cuestión abordada experimentalmente en la última década y cuyos datos reveladores vamos a descubrir a continuación.
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¿Es malo tener mucho tiempo libre?
La mayoría de los trabajadores viven el ritmo frenético del día a día. La mayor parte de nuestros días está ocupado por las obligaciones laborales, las cuales nos hacen sentir que no tenemos tiempo para nada. Nos decimos a nosotros mismos que necesitamos más vacaciones, que ojalá los findes fueran de tres días o, cruzando los dedos, consigamos salir antes del trabajo.
La palabra “negocio” viene del latín “nec” y “otium”, significando literalmente “no ocio”, motivo por el cual asociamos que cuántas más horas de trabajo tengamos menos tiempo tendremos para disfrutar de nuestras aficiones, familia, amigos y descanso, actividades que nos traen bienestar y satisfacción. Es por este motivo que la mayoría tiene en su cabeza la idea de que tener más tiempo libre implica ser más felices, pero… ¿Qué tiene de cierta esta afirmación? ¿Acaso puede ser malo tener demasiado tiempo libre?
Ha sido esa cuestión la que ha motivado a que el grupo de Marissa Sharif, compuesto por investigadores de las universidades de California y Pensilvania, haya realizado una investigación poniendo el foco de atención en averiguar hasta qué punto las horas libres implican bienestar y felicidad.
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Ni demasiado ni demasiado poco
Si bien investigaciones previas ya habían apuntado que tener demasiado poco tiempo libre implica insatisfacción y falta de bienestar, tener demasiado tiempo no es bueno siempre. En la investigación de Sharif, titulada The Effects of Being Time Poor and Time Rich on Life Satisfaction (Los efectos de tener mucho y poco tiempo libre en la satisfacción vital) los investigadores analizaron los datos obtenidos de una muestra de cerca de 35.000 personas.
En la primera parte de esta investigación, se analizaron los datos de 21.736 ciudadanos estadounidenses que participaron en el American Time Use Survey entre los años 2012 y 2013, en el que los participantes indicaron qué habían hecho las 24 horas anteriores de contestar el cuestionario, indicando el tiempo del día y la duración de cada actividad que habían realizado, además de reportar su grado de bienestar.
Los investigadores hallaron que, a medida que el tiempo libre aumentaba, también lo hacía el bienestar, pero habiendo un límite: a las dos horas se mantenía, y cuando se tenían cinco horas de tiempo libre empezaba a reducirse notoriamente.
En otra fase de su investigación, Sharif et al. (2018) también analizaron la información obtenida de 13.639 estadounidenses que participaron en el National Study of the Changing Workforce entre los años 1992 y 2008. En la encuesta había todo tipo de preguntas relacionadas con el trabajo, pero algunas se dirigían a averiguar cuál era la cantidad de tiempo de ocio que poseían los participantes. Entre estas preguntas se encontraban:
“De media, los días que estás trabajando, ¿cuántas horas/minutos pasas en actividades de tiempo libre?”
“Considerando todas las cosas, ¿cómo te sientes acerca de tu vida estos días? Dirías que te sientes: 1. Muy satisfecho, 2. Algo satisfecho, 3. Algo insatisfecho, 4. Muy insatisfecho”
Otra vez, el grupo de Sharif encontró que altos niveles de tiempo libre fueron asociados significativamente con altos niveles de bienestar, pero seguía habiendo un límite. Las personas que superaban ese límite de tiempo libre no manifestaban un mayor bienestar a partir de ese punto, significando que más tiempo libre no es sinónimo de más felicidad. Es como en el cuento de Ricitos de oro: ni la silla pequeña ni la silla grande la hacen feliz, solo la mediana.
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Tiempo libre, bienestar y productividad
Para comprender mejor este fenómeno, los investigadores llevaron a cabo dos experimentos online involucrando a una muestra de más de 6.000 participantes. En el primer experimento se pidió a los voluntarios que se imaginaran teniendo una determinada cantidad de horas libres cada día durante un período de seis meses.
Los participantes fueron aleatoriamente asignados para tener poco (15 minutos al día), moderado (3,5 horas al día) y mucho (7 horas al día) tiempo libre. Se pidió a los participantes que indicaran cuáles creían que iban a ser sus grados de disfrute, felicidad y satisfacción.
Los participantes de los grupos con poco y mucho tiempo libre reportaron que creían que tendrían menor bienestar en comparación con el grupo moderado. Los investigadores encontraron que aquellos que tenían poco tiempo de ocio se sentían más estresados que aquellos que tenían tiempo libre moderado, contribuyendo a un menor bienestar, mientras que los que tenían mucho tiempo libre se sentían más improductivos que los del grupo moderado, lo cual también reducía su bienestar subjetivo.
El segundo experimento consistió en averiguar el potencial rol de la productividad. Para ello, pidieron a los participantes que se imaginaran teniendo tiempo libre moderado (3,5 horas) y alto (7 horas) al día, pero también se les pidió que se imaginaran invirtiendo ese tiempo en actividades productivas (p. ej., hacer ejercicio, aficiones o correr) y actividades improductivas (p. ej., mirar la televisión o usar el ordenador).
Los investigadores vieron que los participantes con mayor tiempo libre indicaron menores niveles de bienestar cuando hacían actividades improductivas. En cambio, quienes hacían actividades productivas, incluso cuando se les había asignado en el grupo de quienes tenían mucho tiempo libre, se sentían satisfechos y con niveles de bienestar similares a los que tenían las personas del grupo de tiempo libre moderado.
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Jubilación y desempleo
Si bien en un principio la investigación se había orientado en encontrar cuál era la relación entre el bienestar subjetivo y las horas de tiempo libre disponibles, el hecho de investigar sobre cómo las personas invierten su tiempo de ocio y en qué medida influye en su bienestar también supuso hallazgos reveladores. Su investigación sugiere que tener días enteros de tiempo libre a rellenar puede conducirnos a un sentimiento de infelicidad.
Teniendo en cuenta esto, la investigación pone en relieve la necesidad de aprender a gestionar adecuadamente el tiempo libre, sobre todo cuando uno se encuentra pasando por períodos tales como la jubilación o estar en el paro.
Las personas que se encuentren en este tipo de situaciones puede correr el riesgo de sentirse profundamente insatisfechas, infelices y sentir que pierden el tiempo, motivo por el cual es muy recomendable rellenar el tiempo vacío con actividades como asistir a cursos de formación, apuntarse a idiomas, hacer deporte o realizar cualquier actividad que tenga una organización en el tiempo.
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