Por qué dormir debería ser la prioridad de todos los estudiantes
Christine RoBBC Future
Una buena noche de sueño es esencial si quieres maximizar lo que has aprendido durante el día.
El profesor Jakke Tamminen tiene muchos estudiantes que el día antes de un examen pasan la noche estudiando con la esperanza de acumular el mayor conocimiento posible.
Pero esto no es buena idea, advierte este profesor de psicología de la Universidad Royal Holloway,en Reino Unido.
Tamminen es un experto en cómo el sueño afecta a la memoria y el efecto que tiene en el desarrollo del lenguaje.
Otra idea que a los estudiantes les gusta mucho es el concepto de aprender mientras duermes.
Por ejemplo, muchas personas piensan que si escuchan una grabación en otro idioma mientras duermen se despertarán hablando latín, por ejemplo.
Esto es un mito.
- La rutina de Mark Wahlberg: ¿debemos empezar el día a las 2:30 de la mañana como hace el actor?
- ¿Izquierda o derecha? Por qué es importante hacia qué lado duermes y cuál es el que más beneficia tu salud
Pero el sueño es esencial para integrar el conocimiento en el cerebro, y la investigación de Tamminen y otros investigadores nos muestra por qué.
En un proyecto llevado a cabo por este profesor, los participantes aprendieron nuevo vocabulario y luego tuvieron que permanecer despiertos toda la noche.
Un grupo control aprendió este mismo vocabulario, pero los participantes de este grupo durmieron como es habitual.
Tamminen comparó su memoria de estas palabras unos días más tarde y una semana más tarde.
Los estudiantes que no habían dormido el primer día recordaron menos vocabulario que sus compañeros del grupo de control, a pesar de que para entonces ya habían dormido durante varias noches.
“El sueño es realmente una parte central del aprendizaje”, dice Tamminen. “Aunque no estés estudiando cuando duermes, tu cerebro aún está aprendiendo. Es casi como si estuviera trabajando en tu nombre. Realmente no puedes obtener el beneficio completo del tiempo que dedicas a tus estudios a menos que duermas”.
Dentro del cerebro del durmiente
El “laboratorio del sueño” de Tamminen es una sala poco decorada con una alfombra y una cama.
Hay una pequeña máquina colocada sobre la cama: un monitor de electroencefalografía, cuyo objetivo es detectar la actividad en el cerebro de cada participante a través de electrodos colocados en la cabeza.
Estos electrodos no solo miden la actividad en diferentes regiones del cerebro (frontal, temporal y parietal), dependiendo de su colocación en la cabeza, sino también el tono muscular (a través de un electrodo en la barbilla) y el movimiento del ojo (con un electrodo al lado de cada ojo).
Al final del pasillo se encuentra la sala de control, donde los investigadores pueden ver en tiempo real qué partes del cerebro de cada voluntario se están activando, durante cuánto tiempo y en qué medida.
Los investigadores pueden saber cuándo un voluntario se encuentra en la fase de movimiento rápido de los ojos (REM) a través de los gráficos E1 y E2 (ojo 1 y ojo 2).
La fase SWS
Pero lo que realmente interesa a Tamminen- y lo que realmente afecta el desarrollo del lenguaje durante el sueño- es una fase no REM del sueño profundo conocida como sueño de ondas lentas (SWS por sus siglas en inglés).
La fase SWS es importante para formar y retener recuerdos, ya sea de vocabulario, gramática u otro conocimiento.
La interacción de diferentes partes del cerebro es clave.
Durante el SWS, el hipocampo, al que se le da bien el aprendizaje rápido, está en comunicación constante con el neocórtex para consolidar recuerdos a largo plazo.
Por lo tanto, el hipocampo podría codificar una nueva palabra aprendida ese mismo día. Pero para consolidar realmente ese conocimiento -detectar patrones y encontrar conexiones con otras ideas que permitan la resolución creativa de problemas- debe interactuar con el sistema neocortical.
Esta vía de información entre el hipocampo y el neocórtex está poblada por los husos del sueño, picos en la actividad cerebral que no duran más de tres segundos.
“De alguna forma, los husos de sueño relacionan nueva información con información existente”, dice Tamminen. Los resultados de su investigación sugieren que las personas con más husos de sueño consolidan mejor las palabras que han aprendido.
Desarrollo del lenguaje
Existe la teoría de que el sueño REM también juega un papel importante en el desarrollo del lenguaje a través de los sueños que ocurren durante esta parte del ciclo.
Una investigación llevada a cabo en el “laboratorio del sueño” en la Universidad de Ottawa de Canadá descubrió que los cerebros de los estudiantes universitarios que soñaban en francés podían hacer nuevas conexiones con el idioma que estaban aprendiendo.
Los sueños, después de todo, son más que una simple repetición de lo que sucede durante el día. Hay varias investigaciones que sugieren que las regiones del cerebro que manejan la lógica (el lóbulo frontal) y la emoción (la amígdala) interactúan de manera diferente durante los sueños, permitiendo estas nuevas conexiones imaginativas en la persona que está aprendiendo un idioma.
Además, los estudiantes que estaban estudiando un segundo idioma intensivamente tuvieron más sueño REM. Esto les dio más tiempo para integrar lo que estaban aprendiendo mientras dormían.
Ritmos nocturnos
Hay un componente genético que afecta la cantidad de husos de sueño que tenemos.
La genética también influye nuestros relojes internos, que son los que nos dicen cuándo es momento de ir a dormir y cuándo despertar.
Es necesario adherirse a estos ciclos para alcanzar nuestro máximo rendimiento cognitivo.
Pocas personas saben más sobre este tema que Michael W Young, quien en 2017 recibió un Premio Nobel en Fisiología y Medicina por su trabajo sobre este reloj interno.
Young explica que para un funcionamiento óptimo, ya sea en la escuela, el trabajo u otras áreas de tu vida, “lo que quieres hacer es intentar recrear un entorno rítmico”.
Para una persona cuyo estilo de vida, entorno o trastorno de sueño hereditario conduce a patrones de sueño distorsionados, una solución rápida y fácil podría ser usar cortinas opacas en la noche o luces brillantes durante el día para imitar los ciclos de luz/oscuridad natural tanto como le sea posible.
El poder de las siestas
Los niños tienen más sueño de ondas lentas que los adultos, lo que podría explicar la rapidez con que los niños aprenden.
El laboratorio de sueño infantil en la Universidad alemana de Tuebingen investiga el papel del sueño en la consolidación de la memoria de los niños.
Al monitorear lo que sucede en el cerebro de los niños durante el sueño, y la cantidad de información que retienen antes y después de dormir, descubrieron queel sueño ayuda a acceder al conocimiento implícito (memoria de procedimiento) y hacerlo explícito (memoria declarativa).
“Los efectos son más fuertes en la primera infancia porque el cerebro se está desarrollando”, dice Dominique Petit, coordinador de Canadian Sleep and Circadian Network, que también ha explorado el reloj interno de los niños.
“Las siestas durante el día son muy beneficiosas para el crecimiento del vocabulario de los niños pequeños“, dice. “Pero es importante recordar que el sueño sigue siendo importante para la memoria y el aprendizaje durante toda la vida”.
Claramente, un sueño prolongado en niños y adultos no es síntoma de pereza, sino que es crítico para un buen funcionamiento de nuestro cerebro.
Así que la próxima vez que te pongas a estudiar, no te saltes una noche de sueño. Es posible que a la mañana siguiente te sorprendas de lo mucho que has absorbido mientras dormías.
NEUROPSICOLOGIA BOGOTA ANALIZA LA PALABRA “COACHING”
«Una coach literaria». Eso dijo (o le hicieron decir a) Aitana Ocaña, una concursante de OT, cuando sacó un libro de sentires en la órbita de esa poesía de obviedades en salsa de marca blanca que tanto se estila en los últimos años. Confesó que no sabía expresarse muy bien, que tenía faltas de ortografía, y que se apoyó en una coach literaria No era una locura pensar, como razonó Lorena G. Maldonado, que donde decía coach podría haber dicho ‘negra’ literaria o escritora ‘fantasma’.
Fue un uso locuaz de la palabra coach, se vio cristalino lo que suele esconder el término: la confusión, la trampa, la venta de algo que es solo una maqueta de lo que insinúa ser. Hasta aquí la nota rosa y la percha de actualidad de hace tres meses.
Cómo trampea el coaching con la psicología
La palabra coach no es fiable, y eso que puede tener usos dignos, como aclara el psicólogo clínico Miguel Ángel Rizaldos: «El coaching es una herramienta que se puede usar en psicología, pero la psicología es más que el coaching. El problema es cuando lo hacen quienes no son psicólogos y se meten en terrenos delicados como el emocional».
Rizaldos cuenta que han atracado en su consulta pacientes rebotados de las terapias de bombeo motivacional y de los cantos de transformación vital que piensan que toda emoción negativa posee un reverso sonrisas y determinación. «Si intentas ser positivo sin límites, al final, te bloqueas a nivel emocional, tanto de las emociones negativas como de las positivas. A consulta nos viene gente que no siente nada y que ha sido tratada mal, superficialmente».
Es el resultado de manosear las emociones (es decir: la salud) con un discurso y no con una ciencia. «Muchos no tienen bagaje profesional: el coaching no es una carrera reglada. Son cursillos de “escuela internacional de coaching” o como le quieran poner. También hay cursos en las universidades, pero dentro de Psicología, como una estrategia más de las posibles», matiza Rizaldos.
La «motivación» es la piedra de toque de los predicadores del crecimiento personal, pero también ese término se enarbola de manera engañosa. «La motivación es tener motivos, no tener ganas. Los motivos son las razones que me llevan a algo, pero ganas no siempre tengo».
Arengar a un cliente (o a cientos por Youtube) con un caleidoscopio de posibilidades fantasmales, lejanas e imprecisas; con promesas de cambio de configuración mental; usar un tono de voz esperanzado, una gesticulación enérgica, un cabrioleo de ojos; todo este arsenal no motiva, te pone eufórico y ya. Y luego, cuando te arrastra la resaca del subidón, aparece el desánimo (la tristeza, la frustración) y uno lo siente como un defecto, una enfermedad inconfesable, una gonorrea del ánimo.
coaching
La psicología positiva, señala Rizaldos, estudia el comportamiento de las personas y analiza qué hacen para sentirse bien: «Pero no se trata solo de tener pensamientos positivos».
La mente humana no tiende a lo positivo, el pensamiento negativo no es un defecto de la crianza ni un límite de la sociedad. «El cerebro es una máquina, fundamentalmente, de supervivencia, no de bienestar. Anticipa muy bien y con mucha facilidad las cosas negativas, también las recuerda. Hay una relación de cinco a uno entre lo positivo y lo negativo», matiza el psicólogo.
«La idea no es tanto que no tengas pensamientos negativos sino que sepas gestionarlos, y habrá veces en que no podrás, te desbordarán. Eso es lo que la psicología sí trabaja», apunta.
La psicología, como comenta Rizaldos, es una ciencia, pero no una ciencia exacta. Esto no significa que pueda ejercerse con facilidad, quizá es todo lo contrario: para practicarla bien hacen falta mucha sensibilidad, pocos prejuicios y muchas herramientas, es decir, mucha formación y profesionalidad. Pero mucha gente la ve como una disciplina liviana e intuitiva.
Nadie habla de arquitectura o ingeniería «barata» o «de calle» para referirse a la práctica de sujetos que finjan poseer conocimientos del oficio sin tener formación. No se dice, sencillamente, porque a nadie se le ocurre que merezcan ese título por mucho que se añada un adjetivo que lo devalúe. Hacerlo entrañaría un riesgo de muerte: se derrumbarían los edificios y los puentes. La diferencia es que en psicología el colapso sucede hacia dentro y es imperceptible. Es como si un puente, en vez de venirse abajo, se convirtiera en holograma, y uno solo se percatara del derrumbamiento al intentar cruzarlo.
Este consenso tácito (involuntario o no) que infravalora el carácter científico de la psicología facilita las tergiversaciones y las simplificaciones. Un ejemplo: la «mentalidad de crecimiento» de la catedrática en Psicología Social de la Universidad de Stanford Carol Dweck.
coaching
La experta diferencia entre mentalidad fija (la de quienes creen que atributos como la inteligencia o la moralidad son fijos y no se pueden modificar) y la mentalidad de crecimiento (creen que son modificables y se pueden desarrollar y mejorar). Disponer de una u otra influye en la forma de actuar de las personas y condiciona el logro de metas.
Este es el resumen, en un párrafo. En ciencia se simplifica para comunicar, no para trabajar, sin embargo, la gente empezó a hablar de estas ideas de cualquier forma y Dweck tuvo que pronunciarse.
Pienso que mucho de lo que pasa con la falsa mentalidad de crecimiento entre los educadores es que en lugar de enfrentar este largo y difícil viaje, aquel en el que trabajas en entender tus desencadenantes, trabajar con éstos y con el tiempo ser capaz de quedarte en la mentalidad de crecimiento cada vez más, mucho educadores dicen: ‘Ah sí, tengo mentalidad de crecimiento’, porque o bien saben que es la mentalidad correcta o entienden ésta de una forma que la hace parecer fácil
Este sustituir los procesos complejos, lentos y profundos por palabras y conjuros («tengo mentalidad de crecimiento», «puedo tener éxito», «tú eres tu propio límite») ejemplifica bien el método de trabajo y promoción de muchos coaches sin formación.
A un periodista especializado en divulgar ciencia no se le ocurriría dedicarse a construir un transbordador espacial. Una cosa es comunicar; otra, aplicar. Los coaches sin formación sí lo hacen: leen estudios que convienen a sus argumentos y ofrecen su interpretación para solucionar la vida de la gente.
«Vender humo es fácil. Tenemos un cerebro muy reacio al esfuerzo. Si me das una cosa que parece fácil y me prometes bienestar y felicidad, lo compro. Si te vendo algo para que lleves una vida mejor y te advierto que lo pasarás mal a veces, o te digo que “si quieres, a lo mejor puedes” y que a veces no basta con poner toda la carne en el asador porque la vida es así, no es justa, pues entonces no mola tanto», compara Rizaldos.
Pone un ejemplo: «Una academia de inglés se vende mejor si te dice que vas a descubrir el inglés que si te dice que lo aprenderás. Aprender supone un esfuerzo».
El coaching sabe muy bien cómo jugar a eso: toma préstamos léxicos de la ciencia, hace malabares con los prefijos, utiliza pseudociencias como el PNL o juega a Míster Potato con la física cuántica. Los coaches han movido bien la marioneta del marketing para acicalarse como un maestros de un método que supera a la psicología en el tratamiento de los aspectos prácticos de la vida y de aquellos pacientes que no sufren patologías. Como si dijeran: «La psicología es la teoría, nosotros la práctica».
Esta creencia se extendió y es difícil de desmontar. Pero la psicología ya cubría esas necesidades: «Somos profesionales del comportamiento, los pacientes no solo vienen cuando se encuentran mal, también cuando quieren conseguir cosas que no están consiguiendo», explica Rizaldos, que admite que la psicología no ha sabido posicionarse a ojos de la sociedad: «Según la OMS, la salud no es solo tener una enfermedad, sino prevenirla, sentirte bien. El problema lo tenemos los psicólogos: no hemos sabido vendernos bien».