Tener a alguien que te escuche reduce el deterioro cognitivo. POR: VALERIA SABATER

Sentirnos escuchados y comprendidos es una necesidad básica a cualquier edad. De hecho, tener a alguien con quien hablar y que nos escuche de manera auténtica, revierte en nuestra salud cerebral.

Tener a alguien que te escuche de manera auténtica, cercana y sensible es algo más que un regalo. Es una alianza para tu salud física y psicológica. Según estudios recientes, algo tan básico puede reducir tu deterioro cognitivo y permitirte llegar a edades avanzas con unas mejores facultades cerebrales. Así que no dudes tampoco en ser un buen oyente para las personas que estén cerca de ti.

Todos sabemos lo relevante que es la buena comunicación para nuestro bienestar y nuestras relaciones. No solo necesitamos contar con una o varias personas a quienes poder compartir nuestros pensamientos, necesidades y experiencias. Necesitamos saber que somos escuchados y comprendidos. Sin embargo, esto no siempre es tan fácil de conseguir.

Hay quien comparte nuestro sofá, pero aún así no está disponible. Puede decirnos que sí con la cabeza, sonreír, pero al poco no tardamos en darnos cuenta de que su mente está a años luz de nosotros. Abundan los que escuchan solo para responder o rebatirnos y los que, sencillamente, no tienen la paciencia o la habilidad emocional para conectar con nosotros de forma empática.

Tener a alguien que te escuche revierte en tu salud cerebral

La comunicación eficaz y productiva requiere que seamos buenos oyentes. La vida por sí misma ya es complicada y si hay algo evidente es que cada uno de nosotros tenemos nuestra propia versión de las cosas. Si no somos capaces de escucharnos para comprender las realidades ajenas, difícilmente llegaremos a acuerdos o incluso a poder convivir en armonía.

Sin embargo, hay otro aspecto clave. Escuchamos para algo más que para resolver problemas o llegar a acuerdos. Escuchar al otro es darle presencia y validarlo como persona. Es conectar con su realidad sin juzgar para decirle “estoy aquí para ti”. Implica saber ir más allá de las palabras para leer en su comunicación no verbal, en sus gestos, su tono de voz, etc.

Tener a alguien que te escuche es esencial en la infancia y la adolescencia. También en la edad adulta, por supuesto. Tanto es así que un estudio reciente realizado en la escuela de medicina de la Universidad de Nueva York señala algo muy importante.

Sentirnos escuchados en el día a día revierte en nuestra salud cognitiva, hasta el punto que puede ser un amortiguador ante la enfermedad de Alzheimer.

Las interacciones sociales significativas mejoran nuestra función cognitiva

En el campo de las enfermedades neurodegenerativas, hay un hecho que sigue llamando la atención de los expertos. En los análisis postmortem de muchos adultos de edad avanzada se puede ver cómo el cerebro evidencia signos evidentes de alzhéimer. Hay marcadores de la enfermedad sin embargo, esta no se ha llegado a desarrollar. ¿Cuál puede ser la causa?

En realidad, aún no se han identificado todos los mecanismos que impiden que la enfermedad avance. Sin embargo, sabemos que factores como mantener una vida social activa y de calidad actúan de amortiguador. Gracias a este trabajo publicado en la revista JAMA Network Open, se ha visto que tener a alguien que te escuche favorece lo que se conoce como resiliencia cognitiva.

La resiliencia cognitiva y el apoyo emocional cotidiano

Tener muchos amigos, familia, pareja… puede ser o no ser gratificante. Todo depende de la calidad del vínculo, de la conexión emocional. A veces, personas con una gran red social sienten el peso insufrible de la soledad. En cambio, hay quien cuenta con dos o tres amistades y tiene con ellas un pilar tan enriquecedor como gratificante en todos los sentidos.

Tener a alguien que te escuche es disponer de una figura con quien compartir miedos, alegrías, necesidades, preocupaciones... Disponer de buenos soportes emocionales nos confiere calma mental y seguridad. El estrés se reduce, vemos esperanzas en días de tinieblas, se enciende la motivación y las ganas por seguir moviéndonos con el mundo…

Todo ello impulsa la resiliencia cognitiva, es decir, la capacidad de afrontar el envejecimiento con las funciones cerebrales en buen estado. Procesos como la memoria, la atención, la resolución de problemas, la reflexión o el razonamiento se conservan de manera positiva.

Tener a alguien que te escuche y ser un buen oyente para los demás, clave de salud

Tener a alguien que te escuche cada vez que lo necesites confiere alivio y satisfacción. Los buenos amigos, las parejas o los hermanos pueden ser nuestros aliados en el viaje de la vida. Sin embargo, no nos olvidemos de algo decisivo. También nosotros debemos convertirnos en buenos oyentes para los demás.

Escuchar con calma, abriéndonos a la realidad del otro y dejando a un lado la nuestra por un instante es algo necesario. Saber estar presentes emocionalmente, cercanos de manera empática y conectados desde la sinceridad y la autenticidad revierte en nuestro bienestar y en el de las personas que queremos. Un acto tan simple, vale mucho. 

RECUPERADO DE: https://lamenteesmaravillosa.com/tener-alguien-que-te-escuche-reduce-deterioro-cognitivo/

Las personas que tuvieron COVID-19 podrían presentar síntomas psiquiátricos incluso un año después. POR: MARTA FERNANDA ALONSO

Uno de cada tres sobrevivientes de COVID-19 fue diagnosticado con una afección neurológica o psiquiátrica dentro de los seis meses posteriores a la infección, siendo la ansiedad y los trastornos del estado de ánimo los más comunes (Taquet et al., 2021). Los hallazgos más recientes revelan que la depresión, el insomnio y los síntomas relacionados con el trauma sufridos por estas personas pueden empeorar con el paso del tiempo (Kyzar et al., 2021).

Qué metodología usaron

Para esta investigación longitudinal, se hizo un seguimiento aproximadamente de 6 meses a más de un año a una pequeña cohorte de personas que habían tenido COVID-19. El objetivo era detectar síntomas psiquiátricos duraderos y, consecuentemente, ser capaces de brindar atención de seguimiento más enfocada. 

El análisis incluyó a 52 personas que tenían una infección por COVID-19 confirmada y completaron encuestas de referencia y de seguimiento. Los participantes reclutados pertenecían al área metropolitana de la ciudad de Nueva York, entre el 15 de abril de 2020 y el 23 de febrero de 2021. Completaron cuestionarios médicos y psiquiátricos en línea y también visitaron un laboratorio para realizar exámenes físicos. También respondieron encuestas de seguimiento entre 24 y 60 semanas después de la inscripción inicial. 

Qué encontraron

En el estudio fueron halladas tasas relativamente altas de insomnio, síntomas depresivos y síntomas relacionados con el trauma en el seguimiento a largo plazo (al menos 24 semanas después de la infección inicial). “

Un dato que resaltan los investigadores es que las puntuaciones del cuestionario durante el seguimiento mostraron que los síntomas relacionados con el trauma y el TEPT parecían empeorar en comparación al momento inicial de inscripción para participar en el estudio.

Dentro de las limitaciones de la investigación se señala la carencia de un grupo de control, a la vez que no se controló algunos factores socioeconómicos importantes, por lo que no quedó claro si los cambios observados en los síntomas fueron el resultado de haber padecido COVID-19. Pero los hallazgos están en línea con un estudio similar, que examinó los síntomas relacionados con el trauma en sobrevivientes de COVID-19 en Wuhan, China, e incluyó un grupo de control (Tu et al., 2021).

Futuras investigaciones deberían abordar qué factores de riesgo pueden contribuir a la duración de los síntomas neuropsiquiátricos después de la infección por COVID-19, así como investigar los mecanismos neurobiológicos que podrían estar involucrados.

RECUPERADO DE: https://www.psyciencia.com/las-personas-que-tuvieron-covid-19-podrian-presentar-sintomas-psiquiatricos-incluso-un-ano-despues/

Misokinesia: qué es, características, síntomas, causas y cómo gestionarla. POR: Nahum Montagud Rubio

Eres de los que le molesta mucho tener sentado al lado a alguien que no para de mover las piernas? ¿Te pone nervioso el sonido que hace esa persona que no para de crujirse los dedos? ¿Y el tamborileo que hace con las manos? Esta sensación tiene nombre: misokinesia.

La misokinesia es un fenómeno psicológico que, si bien no se considera un trastorno mental ni mucho menos, es una condición bastante molesta, capaz incluso de alejarnos de alguien cuyo nerviosismo corporal se nos hace insoportable.

Este fenómeno psicológico se vive de muchas maneras y, aunque en principio no es preocupante, puede llegar a ser un obstáculo para nuestra vida social. Descubramos el porqué…

¿Qué es la misokinesia?

La misokinesia es una alteración psicológica que suele venir acompañada con malestar e incomodidad al ver y escuchar a alguien que no para de hacer pequeños movimientos corporales repetitivos.

Por ejemplo, una persona con esta condición psicológica se sentiría muy a disgusto al tener cerca a alguien que no para de hacer sonidos con los dedos, clica con el boli una y otra vez, hace temblar las piernas mientras está sentada o no para de balancearse en su silla.

Esta palabra es relativamente nueva, pero el fenómeno psicológico detrás de ella ya se sospechaba desde hacía un tiempo. Prueba de ello lo tenemos en una investigación neerlandesa del 2014, realizada por la Universidad de Ámsterdam en la que ya se anticipó la existencia de la misokinesia.

En su estudio, el grupo investigador de Arjan Schröder abordaba la misofonía, es decir, la irritabilidad de escuchar sonidos como el goteo de un grifo, oír a alguien masticar, el sonido de las notificaciones de un móvil.

Los investigadores vieron que buena parte de su muestra experimental no solo era propensa a sentirse incómoda ante ciertos sonidos, sino que además tenía otra reacción extrema: la incomodidad de ver y escuchar determinados movimientos corporales.

Fue justo a partir de este hallazgo que con el paso del tiempo otro grupo investigador, el de la científica Sumeet Jaswal (Universidad de la Columbia Británica) propondría el nombre de “misokinesia” del griego “miso”, que significa “odio”, y “kinesis”, que significa “movimiento”.

Tal y como la conceptualiza el grupo de Jaswal, la misokinesia se puede definir como una fuerte respuesta afectiva o emocional negativa ante la visión de movimientos corporales pequeños y repetitivos de los demás, como puede ser ver a alguien moviendo sin sentido una mano o un pie. A pesar de tratarse de movimientos nimios y que no suponen daño para el receptor, producen la angustia suficiente como para no querer estar cerca de quien los lleva a cabo.

Síntomas

La misokinesia no es un trastorno mental ni tampoco una condición lo suficientemente grave por sí sola como para requerir ayuda profesional urgente. Dado que su conceptualización es relativamente reciente, a día de hoy todavía se está estudiando y definiendo cuáles son los síntomas característicos de este fenómeno.

Prueba de ello es el estudio de Sumeet Jaswal que ha pretendido clarificar y entender con mayor profundidad este fenómeno. Su estudio afirma que este fenómeno puede llegar a afectar a cerca del 33% de la población, un porcentaje sumamente elevado. Algunos de los síntomas que puede manifestar una persona con misokinesia son:

  • Irritabilidad e incluso sensación de enfado cuando alguien hace movimientos corporales repetitivos.
  • Sentir ansiedad cuando alguien cierra y abre un bolígrafo, aprieta con la mano una pelota antiestrés, se cruje los dedos o los tamborilea sobre una superficie.
  • Alejarse de personas que hacen movimientos repetitivos.

Cabe decir que cada persona es diferente y también lo es la forma en cómo le afecta la misokinesia. Hay diferentes grados de esta condición, y también se manifiesta de formas muy variadas en cuanto al estímulo que le resulta molesto a quien tiene este síndrome. Lo que tienen en común la mayoría de las personas que tienen este peculiar fenómeno es que sienten ansiedad e incomodidad ante los movimientos ajenos, pudiendo soportarlos o no en mayor o menor medida.

Hay casos que son graves, en tanto que hay personas que son incapaces de trabajar o quedar con gente que sabe que es especialmente nerviosa o que mueve las piernas o las manos de forma compulsiva. Estar al lado de alguien con muchos tics nerviosos puede ser un calvario para una persona que tiene misokinesia, llegándola a distraer mucho cuando la persona en cuestión ejecuta movimientos repetitivos sin parar.

Cuál es su causa?

Dado que es un concepto relativamente reciente, todavía no se disponen de datos suficientes que apunten a cuál es la causa exacta detrás de la misokinesia. No obstante, dada su posible relación con la misofonía, condición de la que sí se sabe cuál es su causa. Se ha visto que la fobia a ciertos sonidos como, por ejemplo, escuchar a otros masticar o incluso respirar, tiene un origen cerebral.

Las investigaciones sobre la misofonía han detectado que las personas que sufren esta condición presentan una alteración en la corteza insular anterior, región que se hiperactiva cuando se exponen a determinados sonidos. Esta es una región que activa emociones intensas, como el miedo o la ira, además de estar asociada con la sensación de estrés, el incremento de la sudoración y la frecuencia del latido cardíaco. Dada la potencial relación entre misofonía y misokinesia, es esperable que esta misma región se hiperactive en personas con esta segunda condición.

Añadido a esto, se ha especulado que también podrían estar implicadas las neuronas espejo. Estas neuronas se activan cuando vemos a alguien hacer algo, replicándolo en nuestro cerebro e imaginándnonos que nosotros mismos también llevamos a cabo la misma acción. Con la misokinesia lo que sucedería es que, el simple hecho de ver a alguien con un tic nervioso, se nos activarían las neuronas espejo y viviríamos ese nerviosismo en nuestras propias carnes, solo que a niveles muy superiores.

¿Cómo gestionar este molesto fenómeno psicológico?

La misokinesia es un fenómeno que se ha descubierto hace poco, pero que se cree que tiene una gran incidencia en la población y por ello es cuestión de tiempo que se aborden en profundidad y se descubra cómo puede gestionarse este fenómeno psicológico. Como este problema afecta a cada persona de una manera diferente, cada una puede desarrollar y manejar estrategias muy distintas para enfrentarse (o evitar) las situaciones que hace que su misokinesia salga a la luz.

Como hemos comentado antes no se considera un trastorno mental ni algo lo suficientemente grave por sí solo como para necesitar ayuda profesional.

No obstante, si sentirse incómodo ante los movimientos repetitivos de otras personas supone un grado de afectación elevado en la vida social, laboral, académica y familiar sí que sería recomendable acudir a un psicólogo para aprender técnicas de gestión de la ansiedad y aprender a dejar de fijarse en los tics de los demás.

Igualmente, podemos poner en práctica técnicas de relajación y respiración profunda para reducir los síntomas de ansiedad. También se puede usar la técnica de la visualización, que consiste en crear una imagen mental alternativa mientras alguien en la vida real está ejecutando movimientos que nos resultan incómodos. Podemos intentar poner en práctica la asertividad, pidiéndole a aquella persona que hace los movimientos repetitivos que, por favor, los deje de hacer, aunque puede darse el caso de que no siempre sea posible…

RECUPERADO DE: https://psicologiaymente.com/clinica/misokinesia

Mitos sobre el suicidio que deberías conocer. POR: ELENA SANZ

Las cifras sobre suicidio son alarmantes. Cada año cerca de 800.000 personas se quitan la vida y muchas más tratan de hacerlo. Es la segunda causa de muerte entre la población joven y se estima que, cada 40 segundos, una persona en el mundo se suicida. Para poder combatir este grave problema de salud pública que devasta familias enteras, necesitamos información. Por ello, hoy desmontaremos algunos de los más frecuentes mitos sobre el suicidio.

Aún a día de hoy este tema se sigue considerando tabú y se encuentra rodeado de estigma. La ocultación que se produce hace que quienes se plantean quitarse la vida se encuentren aún más solos ante su terrible situación.

Además, el desconocimiento lleva a las personas a actuar de manera contraproducente, a pesar de su intención de ayudar. Por tanto, es hora de desmantelar las ideas erróneas que mantenemos sobre el suicidio.

Algunos mitos sobre el suicidio

Hablar sobre el suicido lo hace más probable

De manera contraria a lo que muchas personas piensan, hablar con una persona sobre sus intenciones suicidas no aumenta el riesgo de que cometa tal acción. Por el contrario, puede ayudar a tomar medidas preventivas.

Preguntar directamente facilita que el otro pueda compartir sus vivencias internas y se genera una catarsis que produce alivio. Al encontrar escucha, disminuye el sentimiento de soledad y aislamiento.

Por tanto, si tienes sospechas de que alguno de tus seres queridos se encuentra en esta circunstancia, no evadas el tema.

Quien de verdad va a suicidarse no habla de ello

Esta creencia es totalmente falsa. No es cierto que quien habla de suicidio realmente no piense en llevarlo a cabo, que lo haga no es necesariamente una medida instrumental para captar nuestra atención.

En realidad, de cada 10 personas que se suicidan, ocho hablan de sus intenciones. Por ello, hemos de tomarnos en serio las comunicaciones de esta índole.

La persona suicida tiene claro que quiere morir

Lo cierto es que la mayoría de ellas se encuentran indecisas entre vivir o morir. Es frecuente que dejen indicios sobre sus planes, colocando en otros la decisión final en función de si logran salvarlos.

Muchos de ellos dejan cartas o realizan otro tipo de conductas alarmantes como elaborar un testamento, vender sus pertenencias o “despedirse” de sus seres queridos.

Más mitos sobre el suicidio

Quien se intenta suicidar una vez, repetirá el intento hasta lograrlo

Esto no es cierto. Son muchos quienes, después de un intento frustrado, desean vivir. La ideación suicida no es permanente.

Cuando la persona empieza a mejorar, ya no hay riesgo

Paradójicamente una gran parte de los suicidios ocurren en los dos meses posteriores a “haber tocado fondo”, cuando incluso parece que la persona empieza a mejorar.

Esto es así porque en este momento la persona se encuentra con la energía que antes no poseía. Por ello es muy importante mantenernos alerta en lugar de bajar la guardia.

Todos los suicidas son enfermos mentales

Es cierto que la relación entre determinados trastornos psiquiátricos y el suicidio está bien establecida. Pero muchas otras veces el suicidio se produce de forma impulsiva tras un momento de crisis.

Cuando la persona se enfrenta a grandes problemas financieros, sentimentales, enfermedades graves o pérdidas de seres queridos, puede sentirse incapaz de hacer frente a la situación.

Se produce un desequilibrio entre la demanda del medio y los recursos personales de afrontamiento. Ante la incapacidad percibida, el suicidio parece la única salida. Entonces, eliminemos el estigma y hagámonos conscientes de que nadie está totalmente libre de riesgo.

RECUPERADO DE: https://lamenteesmaravillosa.com/mitos-sobre-el-suicidio-que-deberias-conocer/?fbclid=IwAR3bNNeo2ccIFGs_7m4ImF_78gXG0J-RZUxnJhfvCDe86EM3jNUTY_DdmTI

Ansiedad social: hojas de registro para consultantes. POR: DAVID APARICIO

El trastorno de ansiedad social, anteriormente conocido como fobia social, se caracteriza por una ansiedad abrumadora y una autoconciencia excesiva en situaciones sociales cotidianas. Las personas con trastorno de ansiedad social tienen un miedo persistente, intenso y crónico de ser observadas y juzgadas por otros y de sentirse avergonzadas o humilladas por sus propias acciones. Su miedo puede ser tan severo que interfiere con el trabajo, la escuela u otras actividades. Si bien muchas personas con trastorno de ansiedad social reconocen que su miedo a estar cerca de personas puede ser excesivo o irrazonable, no pueden superarlo. A menudo se preocupan durante días o semanas ante una situación temida. Además, a menudo experimentan baja autoestima y depresión. 

Para desarrollar un tratamiento exitoso y facilitar el trabajo de los psicoterapeutas hemos traducido y adaptado las hojas de trabajo para consultantes con ansiedad social desarrolladas por Debra A. Hope, Richard G. Heinberg y Cynthia L. Turk en el libro Managing Social Anxiety, Workbook: A Cognitive-Behavioral Therapy Approach (3 edn). Las hojas de trabajo están planeadas para que los consultantes diagnosticados con ansiedad social puedan poner en práctica los conceptos y principios aprendidos durante el proceso terapéutico. Por lo tanto, es importante que el terapeuta esté familiarizado con los principios de los tratamientos basados en evidencia para esta problemática y tenga una clara conceptualización del caso.

RECUPERADO DE: https://www.psyciencia.com/ansiedad-social-hojas-de-registro-para-consultantes/

Las 3 principales causas del desánimo profundo. POR: RUBEN CAMACHO

El desánimo forma parte de nosotros: todos los seres humanos lo hemos sentido alguna vez.

En septiembre, especialmente, se siente desánimo al regresar al trabajo o ante la paulatina falta de luz solar (en invierno nos desanimamos más). En muchas ocasiones, las personas no saben realmente si padecen un desánimo profundo o incluso un inicio de depresión.

Sentimos apatía, el único deseo de no hacer nada, de no querer relacionarnos, y a su vez ese mismo desánimo nos provoca preocupación y frustración.

¿De dónde vienen esas sensaciones? ¿Cuándo estamos hablando realmente de una depresión? ¿De qué forma gestionas y entiendes ese estado de ánimo?

¿Qué entendemos por desánimo?

El desánimo es una de las sensaciones más incapacitantes de nuestra vida. No es un estado de ánimo intenso, sino sutil, que va conquistando tus acciones, pensamientos, rutinas y día a día. El desánimo te lleva a cancelar planes, a querer iniciar proyectos pero finalmente vuelves al móvil o al sofá, te aísla y te protege en una burbuja invisible. Una burbuja protectora que, en realidad, te está impidiendo vivir tal y como quieres.

Sentir en ciertas ocasiones de nuestra vida varios días de desánimo o un desánimo profundo es una reacción natural ante estímulos estresantes o debido a un aprendizaje emocional. Sin embargo, hoy día es mucho más frecuente e incapacitante que antes.

Los motivos son claros: ni nuestro modo de vida está adaptado a nuestras necesidades (sino a necesidades económicas, industriales, laborales, etc.), ni nuestro mundo digital de la sobre información nos ayuda (nuestro reciente apego a la tecnología provoca desánimo al funcionar esta tecnología como un mecanismo adictivo… aquí entran tanto un móvil como las redes sociales, plataformas de streaming, etc.), y sobre todo, porque nuestra cultura nos hace ignorar el desánimo, taparlo, hasta que ya consideramos que la depresión nos atrapó.

En mi trabajo como psicólogo y coach acompañando a personas en sus procesos de cambio personal, cada vez son más quienes sienten un desánimo recurrente. Puede ser el primer problema que quieren cambiar, o a veces el desánimo acompaña a la ansiedad. Este aumento no debe relajarnos: debemos abordar el problema desde su raíz, no solo con parches. ¿Por qué nos desanimamos tanto? ¿Cómo gestionar esa sensación para que no sea tan intensa, frecuente y duradera?

Aquí voy a hablarte de las 3 causas principales del desánimo y sus soluciones según los casos reales de las personas que tenían este problema en los últimos años y a las que he acompañado en sus procesos para que lo solucionaran al 100%. Vamos a por ello.

Fuentes de desánimo

Las causas del desánimo profundo, y cómo os afectan

El desánimo es una sensación asociada con la tristeza, que incluye cansancio y la idea de que lo que hagamos no merecerá la pena. Pudiéramos entender el desánimo como una especie de tristeza de baja intensidad pero que se mantiene con los días o semanas, exactamente igual que la ansiedad es un miedo que se ha generalizado y nos acompaña cada día.

Sin embargo, el desánimo no tiene por qué ser necesariamente una depresión. La depresión es un estado de desánimo mayor cuyo diagnóstico requiere de varias condiciones, siendo algunas de ellas la sostenibilidad del tiempo (entre 3 y 6 meses) y ante todo que la sintomatología nos impida tener una vida funcional en algún aspecto (no poder ir al trabajo, rehuir relaciones, etc.).

En el caso del desánimo, sí podemos afrontar lo justo y necesario, pero lo vivimos sin ilusión ni motivación. Aquí llega la primera sorpresa: el desánimo, muy al contrario de lo que creemos, no es un problema primario, sino una consecuencia.

El ser humano no se desanima fácilmente porque no es funcional ni práctico desanimarse. El desánimo siempre es una consecuencia o resultado de un problema raíz que, sino solucionamos a tiempo, desencadena desánimo. Pueden existir tres causas para el desánimo.

1. Reacción ante sucesos externos

A lo largo de nuestra vida vivimos situaciones y experiencias difíciles, que no esperamos, nos someten a estrés y nos provocan desánimo. Puede tratarse de un suceso impactante e inesperado (una ruptura, problema de salud, fallecimiento de un ser querido) o por una acumulación de estrés con el paso del tiempo (cuando vivimos coartando nuestras ilusiones por factores personales, laborales, una relación donde dependemos demasiado del otro y te olvidas de tu bienestar, etc.).

En ocasiones, este desánimo puede también deberse a una forma disfuncional de relacionarte con tu propio bienestar. Por ejemplo: ante periodos prolongados de rutina con objetivos claros (terminar la carrera, afrontar una oposición, etc.) podemos sentir una especie de vacío que nos lleva al desánimo cuando ya hemos alcanzado ese objetivo.

Este factor de desánimo está provocado, ante todo, por haber construido una forma de motivación extrínseca: nos acostumbramos a recibir bienestar de factores externos que a largo plazo no podemos controlar.

Realmente, no podemos controlar estos factores externos. La solución está en aprender a construir bienestar desde tus propios medios, favoreciendo una forma de motivación intrínseca, que dependa más de ti.

2. Reacción ante la ansiedad

Esta es la causa más común de desánimo. ¿Y qué tienen que ver la ansiedad con el desánimo? La ansiedad es un estado de miedo que se ha generalizado, un estado intenso y agotador, mientras que el desánimo está asociado a la tristeza, la desmotivación y el cansancio.

Ahí precisamente está la relación, y este es el motivo de lo muy frecuente que es el diagnóstico del cuadro “ansioso-depresivo”.

La ansiedad es un estado de alerta, vivir condicionados por un miedo que no hemos sabido gestionar a tiempo. La ansiedad nace de nuestra forma de respirar (de ahí que se sienta principalmente en el pecho), contagia nuestros pensamientos, acciones, y resulta totalmente agotador. Por este motivo surge el desánimo: como resultado de la ansiedad.

Vivir condicionados por la ansiedad durante demasiado tiempo es un proceso tan agotador que nuestro organismo tiende al desánimo para poder reducir la activación. De la misma forma que un estallido de ira o una discusión de pareja nos deja agotados, la ansiedad nos lleva al desánimo sin remedio.

Sin embargo, tratar el desánimo (mucho más si es a través de químicos) sin trabajar con el problema principal, como es la ansiedad, nos lleva a largo plazo a resultados nada halagüeños: el desánimo se normaliza y no podemos hacer el aprendizaje por nosotros mismos.

Así, la ansiedad es probablemente la primera causa y la más importante del desánimo. Plantéate: ¿cuándo comenzó a surgir tu desánimo? ¿Qué situaciones, interpretaciones o experiencias te llevaron a ello a través de la ansiedad?

3. La forma en la que afrontas y gestionas el desánimo

Sentir desánimo en ciertos momentos de nuestra vida forma parte de nuestra naturaleza humana. Vivimos experiencias agradables pero también momentos difíciles que no sabemos afrontar. En ocasiones, una sucesión de esos momentos o la reacción a la ansiedad puede llevarnos al desánimo.

Otro factor fundamental es cómo gestionas el desánimo. En función de tu percepción, acciones y gestión de la emoción, el desánimo puede intensificarse, durar más o menos tiempo o aumentar o disminuir su frecuencia.

Es algo típico que una persona que sufre ansiedad, por ejemplo, y está superando el problema, entienda como una especie de fracaso vivir una tarde o noche de ansiedad. No lo es en absoluto, sino que forma parte de un proceso natural.

De la misma forma, cuando nos aferramos al desánimo y nuestras acciones se dejan llevar por ese estado de ánimo, será mucho más difícil gestionarlo. Gestionar el desánimo no quiere decir que lo haces desaparecer, sino que lo entiendes, lo aceptas, y tomas acciones diferentes destinadas a mejorar tu estado de ánimo.

Este es un aprendizaje que te sirve para toda tu vida, ya que te hace consciente de tus emociones y sobre todo de cómo gestionarlas para que estén a tu favor en lugar de en tu contra.

Importante: intenta detectar si en tu día a día recurres con frecuencia a un estímulo externo para conseguir sentirte bien, como el móvil (necesitar constantemente mirar el móvil, ver programas de televisión…), fumar, atracones de comida, etc.

En este caso, estás utilizando esos factores externos como mecanismo de satisfacción y ánimo, pero que a su vez provocan más ansiedad y el posterior desánimo. Para que tu proceso de cambio funcione es necesario detectar cómo gestionas ahora tu estado de ánimo para que dependa principalmente de ti y lo tengas a tu favor.

A modo de conclusión

Habrás descubierto que en las tres causas hay algo en común: ante todo hablamos de emociones. Tanto el ánimo como el desánimo, el miedo, la inseguridad, la ansiedad, la ira, la frustración, la culpa, incluso la motivación, son estados que dependen de emociones.

Somos seres emocionales, siempre estamos emocionados, y por lo tanto la emoción influye en todos nuestros procesos. Tu forma de motivarte, de pensar, de decidir, de interpretar, de relacionarte, de comunicarte y de actuar están influenciadas no por tus emociones, sino por tu forma de entender y gestionar esas emociones.

Este es el motivo por el cual cualquier proceso de cambio personal se quedará cojo si no trabajas con tu gestión de emociones.

RECUPERADO DE: https://psicologiaymente.com/psicologia/causas-desanimo-profundo

Violencia obstétrica: qué es, características y ejemplos. Por Nahum Montagud Rubio

El embarazo, el parto y el puerperio son procesos que, mal gestionados, pueden provocar secuelas físicas y psicológicas a la mujer, siendo esto el motivo por el que la atención ginecológica y obstétrica que reciba durante ellos debe ser cuidadosa, respetuosa y enfocada en su salud y al de su hijo.

Si bien los profesionales del parto tienen conocimientos y práctica para poder ejercer correctamente su profesión, a veces se cometen errores que pueden perjudicar la salud de las mujeres y estos puede incurrir en lo que se ha denominado como violencia obstétrica.

Este término tiene su historia, pero ha ido viralizándose estos últimos días a raíz de la nueva reforma de la Ley del Aborto y las ampollas que ha levantado. Abordemos en profundidad qué implica este tipo de violencia y por qué está generando tanto debate.

¿Qué es la violencia obstétrica?

La violencia obstétrica es el conjunto de prácticas y conductas realizadas por profesionales en el ámbito de la salud que atienden a mujeres durante el embarazo, el parto y el puerperio, tanto en el ámbito público como en el privado, que por acción u omisión suponen algún grado de violencia hacia las usuarias.

Esta violencia puede ser física, en forma de actos no apropiados o no consensuados por la paciente, y psicológica, como por ejemplo tratar de forma paternalista y humillante a la usuaria.

De acuerdo con las asociaciones defensoras del término, la violencia obstétrica constituye una discriminación de género y supone la violación de los derechos humanos desde el enfoque de los derechos de la salud, sexuales y reproductivos de la mujer. Los comportamientos considerados como pertenecientes a este tipo de violencia se engloban dentro del trato deshumanizado, la medicalización injustificada y la patologización de los procesos naturales asociados al alumbramiento que pueden sufrir las mujeres en entornos hospitalarios.

El término “violencia obstétrica” ha ido convirtiéndose en un tema de mucha actualidad. El debate social en torno a este concepto y si se deben regular o no ciertos comportamientos en la atención clínica a las embarazadas como violencia obstétrica ha levantado ampollas tanto entre médicos como en asociaciones a favor de los derechos de la mujer y en contra de su discriminación.

Quienes defienden la existencia de la violencia obstétrica la clasifican como una violencia estructural e institucional que emana de una cultura patriarcal que afecta a diferentes ámbitos de la sociedad, incluyendo las ciencias médicas.

A pesar de que no se trata de una idea nueva, ha permanecido oculta e invisibilizada durante mucho tiempo y, a día de hoy, sigue siendo bastante desconocida, incluso por los propios profesionales de la salud, siendo todavía menos conocida dentro de las propias usuarias de los servicios de ginecología y obstetricia. Algunos estudios apuntan que más de la mitad de los y las profesionales de la salud no disponen de información suficiente sobre este tipo de comportamientos.

Un problema que no es nuevo, dirigido hacia embarazadas

A pesar de que el término se ha ido viralizando en los últimos días, este no es nada nuevo. De hecho, la primera vez que se usa el término “violencia obstétrica” apareció en el año 1827 en una publicación en inglés en “The Lancet” como crítica a las prácticas ampliamente extendidas de los paritorios de principios del siglo XIX. A medida que han ido pasando los años, cada vez más personas han ido tomando conciencia de la existencia de este tipo de violencia hasta el punto de realizarse investigaciones sobre el trato de las mujeres embarazadas en los servicios de salud.

Aunque con otros términos, este fenómeno ya fue denunciado durante la década de 1950 en los Estados Unidos y el Reino Unido y, en la de 1980, lo sería en Brasil bajo una perspectiva feminista. Ya entrando en el siglo XX, con la emergencia de nuevas asociaciones activistas como “El parto es nuestro” la idea ha empezado a ver luz y tomarse mayor concienciación sobre el problema. El activismo en contra de la violencia obstétrica está fuertemente motivado por el hecho de que experimentar un parto traumático es una experiencia que puede provocar secuelas físicas y psicológicas.

La Organización Mundial de la Salud emitió en el 2014 una declaración alertando sobre la falta de respeto que recibían muchas mujeres embarazadas en los centros de salud, siendo algo extendido a nivel mundial. Añadido a esto, insistía en la necesidad de erradicar estos comportamientos, que en la actualidad se considera una grave violación de los derechos de las mujeres, aun incluso cuando se da de forma totalmente inconsciente o la lleva a cabo una mujer ginecóloga. Todo esto motivó que, en el año 2019, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) calificara a la violencia obstétrica como un fenómeno generalizado.

En el año 2020, el Comité para la Eliminación de la Discriminación Contra la Mujer de Naciones Unidas (CEDAW por sus siglas en inglés) condenó a España a indemnizar a una mujer que denunció haber sufrido este tipo de violencia. El comité consideró como procedimientos innecesarios la decena de tactos vaginales, la inducción con oxitocina (hormona para acelerar las contracciones del parto) y la episiotomía (incisión en el tejido entre el ano y la vagina) a los que fue sometida la usuaria sin su consentimiento explícito, propios de un caso de violencia obstétrica.

Las mujeres que aseguran haber sido víctimas de este tipo de violencia sienten como algunos profesionales médicos hacen con ellas lo que quieren, como si el cuerpo no les perteneciera. Denuncian que, desde que se quedan embarazadas, las mujeres pierden el derecho sobre su propio cuerpo y que se justifica el uso de cualquier práctica médica, por muy dolorosa y humillante que pueda ser, usándose como argumento que todo se vale por el simple hecho de salvar al “producto”, esto es, el feto. Además, critican que casi nadie les informe adecuadamente de los procedimientos y que se convierten en “úteros con patas”.

Ejemplos de violencia obstétrica

El activismo a favor de la eliminación de este tipo de violencia considera que la violencia obstétrica se da en forma de comportamientos generalizados en la atención de mujeres embarazadas, como los siguientes:

  • No atender eficazmente ni a tiempo las emergencias obstétricas.
  • Obligar a la mujer a parir en una posición incómoda habiendo otras alternativas.
  • Impedir el apego precoz del bebé con su madre cuando no hay causa justificada.
  • Negar cargar y amamantar al bebé recién nacido sin tener urgencia médica.
  • Usar técnicas de aceleración del parto sin el consentimiento voluntario, expreso e informado de la mujer.
  • Alterar el proceso natural del parto de bajo riesgo.
  • Practicar cesáreas sin consentimiento voluntario, expreso e informado de la mujer.
  • Insistir en practicar una cesárea aun pudiendo practicarse un parto natural.
  • Dar a la usuaria un trato infantil, autoritario, paternalista, humillante, despectivo, con insultos verbales y vejaciones.

Algunos ejemplos usuales en la atención de las mujeres embarazadas que se pueden considerar como violencia obstétrica son:

  • Tactos vaginales realizados por más de una persona.
  • Episiotomía, uso de fórceps y maniobra de Kristeller como prácticas rutinarias.
  • Raspaje del útero sin anestesia.
  • Cesárea sin verdadera justificación médica.
  • Suministro de medicación abusiva e innecesaria para el parto en concreto.

¿Por qué se da y por qué no se conoce?

El activismo en contra de la violencia obstétrica insiste que su denuncia no debe verse como una movilización en contra de la práctica profesional de los sanitarios, sino como una acción para concienciar sobre una mala praxis muy extendida, tanto de forma accidental como voluntaria.

Este fenómeno es un problema que parece ser bastante común, habiendo voces que sostienen que entre el 30 y 50% de las mujeres del mundo han sufrido violencia obstétrica de una u otra manera, sintiéndose humilladas y vejadas en alguna ocasión cuando han visitado a su ginecólogo o durante el parto.

Hay quienes consideran que el motivo por el que se haya empezado a tomar conciencia hace tan poco es porque se trata de un tipo de violencia de carácter simbólico y normalizada incluso entre las mujeres embarazadas.

Hay mujeres que no se atreven a denunciarlo por miedo a que sean tildadas de exageradas o que se les diga que realmente quien habla son sus hormonas. Añadido a esto, pocas son las mujeres debidamente informadas sobre sus derechos reproductivos, creyendo muchas de ellas que es normal ser sometida a procedimientos médicos desagradables sin dar su consentimiento explícito.

En cuanto a la comunidad sanitaria, uno de los motivos que se ha usado para explicar por qué los profesionales del parto incurren en comportamientos propios de la violencia obstétrica tiene que ver con el síndrome de burnout o desgaste profesional. Estos mismos profesionales pueden tener unos niveles de estrés y cansancio muy altos, tanto que llegue un momento en el que se frustran con su trabajo, trabajan de forma más mecánica y deshumanizan a las pacientes, afectando a la relación médico-paciente.

Otra de las causas que explicaría por qué la comunidad sanitaria no parece ser consciente de este problema es que no recibe la debida formación e información sobre este tipo de comportamientos, además de no disponer de las herramientas necesarias para detectar ni gestionar las prácticas irrespetuosas para con las mujeres embarazadas, de parto y en el puerperio.

A pesar de no haber intención en cometer daño alguno hacia la mujer, el cansancio motiva querer usar técnicas que agilicen el alumbramiento y, aunque seguras, pueden suponer un gran malestar psicológico y físico a la mujer de parto.

El debate en España

El debate está muy activo en España en estos momentos, debido a que el Ministerio de Igualdad anunció su intención de incluir a la violencia obstétrica como delito en la reforma de la Ley del Aborto (modificación de la Ley Orgánica 2/2010), incluyéndola además como un subtipo de violencia machista. A pesar de las buenas intenciones detrás de la medida, esta es rechazada por ginecólogos, tanto hombres como mujeres, puesto que se teme que con ella se criminalice su profesión, además de que podría romper la relación médico-paciente y la confianza de las mujeres embarazadas en la ginecología y la obstetricia.

Los ginecólogos consideran que la mala praxis en los partos son negligencias más, que deben ser debidamente investigadas y penalizadas en caso de darse, al igual que con cualquier mala acción de un sanitario de cualquiera otra rama de las ciencias médicas. En este caso en concreto, la comunidad ginecológica considera que no se deben confundir con la violencia sexista las negligencias en el parto, tal y cómo lo expresó recientemente el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM) o la Unión Profesional de Médicos de Ejercicio Libre (Unipromel).

Cabe mencionar que, aunque crítica con la idea de violencia obstétrica, la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) considera fundamental escuchar a las mujeres y sus parejas, facilitarles su participación en las políticas de salud y reclamar los medios suficientes a la administración sanitaria para mejorar su trato. Además, valoran también la necesidad de denunciar las carencias del sistema que, una vez suplidas, facilitará proporcionar una atención respetuosa con la maternidad, enfocada en conseguir el nacimiento del bebé lo más sano posible y hacer que sea una experiencia positiva para la madre.

TOMADO DE: https://psicologiaymente.com/social/violencia-obstetrica

¿Cómo cambiar nuestra creencias? Por Sandra Montejano

Para finalizar esta serie de artículos sobre los modelos de realidad, hablaremos del proceso de cambio de creencias, de cambio de esos modelos de realidad, para hacerlos más eficaces y que nos permitan sentirnos mejor e interactuar de forma efectiva con las situaciones.

A modo recordatorio, hagamos un somero repaso a los cuatro anteriores artículos: 

En el primer artículo de esta serie definíamos los modelos de realidadcomo el estado de la mente en el que una persona supone verdadero el conocimiento o la experiencia que tiene acerca de un suceso o cosa, o lo que es lo mismo, el conocimiento personal que cada uno de nosotros tenemos sobre los demás, sobre el futuro, sobre nosotros mismos y sobre el mundo y la mejor manera de interactuar con nuestro entorno y lo que hay en el.

En el segundo artículo de la serie exponíamos como vamos creando modelos de realidad a lo largo de toda nuestra vida a través de las conclusiones que extraemos de nuestras propias experiencias y de otras informaciones de las que extraemos conclusiones, ya sean cosas que nos han contado, lo que hemos observado en otros, o el aprendizaje social.

En el tercer artículo hablábamos de las hipótesis y como las elaboramos para pasar en el siguiente artículo a exponer los problemas de los modelos de realidad y como estos nos dificultan interactuar de forma eficaz con las situaciones a las que tenemos que hacer frente.

Cambiar las creencias.

Cambiar las creencias que tenemos sobre el mundo, sobre nosotros mismos y sobre los demás no es una tarea fácil, fundamentalmente porque no somos conscientes de cuales son esas creencias que tenemos que determinan nuestra manera de interactuar con el entorno. Pero lo que si sabemos es que cuando nos sentimos mal, sentimos que algo nos hace daño o que sufrimos en alguna situación entonces es muy posible que las creencias por las cuales interpretamos esa situación sean disfuncionales. 

Es en esos casos en los que podemos poner en marcha el cambio de creencias.

Para ello podremos seguir los siguientes pasos.

Apertura mental.

Por lo que la primera acción que debemos emprender para el cambio, es estar abierto a reescribir nuestros libros de instrucciones dándole otro significado a las cosas que se explican en ellos. Para ello es importante entender e interiorizar que los libros de instrucciones que usamos para explicarnos lo que ocurre a nuestro alrededor son hipótesis que estamos considerando válidas, pero que son sólo eso hipótesis y que por tanto no son leyes escritas en piedra.

Cuando asumimos que nuestra manera de ver las cosas, de sentirlas e interpretarlas son posibles explicaciones que aunque para nosotros tengan sentido no tienen porque ser ciertas y verdaderas es cuando nos abrimos al cambio de creencias.

mente-abierta

Búsqueda de  nuevas hipótesis.

Cuando estamos abiertos al cambio y hemos interiorizado que nuestra manera de entender las cosas no tiene porque ser infalible, es el momento de buscar otras hipótesis que también nos expliquen las cosas que sentimos, que percibimos o que pensamos. Para ello una buena pregunta que nos podemos hacer es ¿hay otras posibles explicaciones para lo que está pasando?, ¿si alguien estuviera en la misma situación que yo llegaría a las mismas conclusiones?. Incluso podemos preguntar a personas de nuestra confianza como interpretarían las cosas y a que conclusiones llegarían en la misma situación.

Validación de nuevas hipótesis. 

Cuando tenemos nuevas hipótesis, el trabajo a realizar será el verificar su veracidad. Es decir, buscar pruebas que validen la nueva hipótesis para que sustituya a la anterior. Para ello podemos apoyarnos en las siguientes estrategias:

Analizar los resultados obtenidos por las personas que se rigen por la hipótesis que quieres validar.Por ejemplo, si tu hipótesis de partida es que “si te niegas a hacer cualquier cosa que te piden los demás se enfadarán contigo y dejarán de apreciarte” y quieres cambiar tu creencia a “si te niegas a hacer las cosas que te piden los demás no se enfadarán y yo viviré menos presionado”, sería conveniente buscar personas que se den el derecho a “decir no” y ver como esto afecta a sus relaciones. Seguramente compruebes que se sienten mejor consigo mismos y sus relaciones personales siguen siendo igualmente satisfactorias.
Experimentar la nueva hipótesis.La estrategia más potente para cambiar creencias es la experimentación personal de la nueva hipótesis. Podemos hablar de “experiencias emocionales correctivas” cuando experimentamos en primera persona las nuevas hipótesis, lo cual hace que nuestro modelo de realidad cambie mucho más rápido.Por ejemplo para poder asimilar de forma rápida la nueva creencia “si te niegas a hacer las cosas que te piden los demás no se enfadarán y yo viviré menos presionado”, ponla a prueba, si alguien te pide algo que no te apetece hacer o no puedes hacer, comunícaselo asertivamente y comprueba los resultados. Te darás cuenta de que tu nueva hipótesis es válida y que los resultados son positivos.

Conclusiones.

Los modelos de realidad son marcos que determinan nuestras actuaciones e interacciones con el mundo que nos rodea y nuestra manera de sentirnos respecto a él. 

Cuando nos sentimos ansiosos, deprimidos, frustrados, iracundos, etc de forma generalizada hay algo en nuestro modelo de realidad que es disfuncional. Cambiarlo nos permite sentirnos mejor y desarrollar estrategias eficaces para conseguir nuestros objetivos. 

Recuperado de: https://www.psicoglobal.com/blog/como-cambiar-nuestras-creencias

Ataque de Pánico [parte 2] Por Sandra Montejano

El trastorno de pánico, se caracteriza por la aparición de ataques de ansiedad o crisis de pánico, en las que se experimenta una sensación de terror con la sensación de una muerte inminente.

¿Cómo trata un psicólogo el trastorno de pánico?.

Hay diferentes estrategias para tratar el trastorno de angustia, dependiendo de la orientación que tenga el profesional. Ahora bien, el tratamiento más eficaz desde el punto de vista psicológico es el cognitivo conductual.

Desde este marco terapéutico, En PsicoGlobal establecemos diferentes objetivos a alcanzar a través de los cuales diseñamos la terapia.

Primer objetivo: Psicoeducación.

En esta fase buscamos que la persona entienda cual es su situación, que conozca el trastorno, porqué se da, qué circunstancias hace que se mantenga. Además trabajamos para que se familiarice con diferentes términos que utilizaremos a lo largo de la terapia y se responden y disipan todas las dudas que tenga la persona respecto al problema.

Segundo objetivo: Relajación.

Todos los trastornos de ansiedad conllevan una alta activación corporal, taquicardias, opresión en el pecho, dificultad respiratoria etc. Pero en el trastornos de pánico esta activación es extrema. De ahí que entrenar en relajación como respuesta opuesta a la ansiedad ayuda al control de estos síntomas. Las técnicas de respiración profunda o de relajación física progresivas son las más eficaces a la hora de controlar la activación fisiológica.

Tercer objetivo: Reestructuración.

Cuando una persona padece pánico, tiene pensamientos catastrofistas sobre lo que esta ocurriendo. Interpreta sus signos de ansiedad, como una verdadera amenaza a su vida, piensa que efectivamente va a morir o que lo que le está pasando es muy grave. Nada más lejos de la realidad, la ansiedad es muy incómoda y molesta pero no es peligrosa. Por tanto enseñar a hacer una correcta atribución de los síntomas de ansiedad, reencuadrarlos y gestionar los pensamientos catastróficos que aparecen antes y durante de un ataque de ansiedad, es fundamental para el control de la misma y por tanto una pieza fundamental de la terapia.

Cuarto objetivo: Exposición.

Para la persona que sufre pánico, los estímulos que activan la ansiedad son estímulos internos. Centra su atención en su corazón, en su respiración, en su tensión corporal, son conscientes de la reacciones de su cuerpo, que como decíamos antes, atribuyen a una causa peligrosa con consecuencias catastróficas.

La exposición a estos estímulos internos pretende por un lado darnos el control sobre nuestras propias reacciones corporales y por otro, habituarnos a los estímulos sin que se desate el ataque de pánico.

Una vez conseguidos estos objetivos y conseguido el control del pánico, las siguientes sesiones se centrarán en la prevención de recaídas, dando por finalizada la terapia.

Recuperado de: https://www.psicoglobal.com/blog/ataque-panico-parte2

Ataque de pánico [parte 1] Por Sandra Montejano

La ansiedad es uno de los trastornos psicológicos más extendidos hoy en día. Se estima que hasta un 20% de la población española puede padecer alguno de los trastornos de ansiedad a lo largo de su vida en cualquiera de sus manifestaciones: ansiedad generalizadapánicofobiastrastorno obsesivo compulsivoagorafobia o estrés postraumático.

 En cuanto al trastorno de pánico se estima que un 1% de la población española lo padece, aunque estudios revelan que este trastorno puede estar subdiagnosticado, por lo que podrían ser muchos más casos.

Se estima que un 20% de la población española padecerá un trastorno de ansiedad a lo largo de su vida, de los que un 1% padecerá el trastorno de pánico.

Ataque de Pánico

El trastorno de pánico, se caracteriza por la aparición de ataques de ansiedad o crisis de pánico, en las que se experimenta una sensación de terror con la sensación de una muerte inminente.

Padecer estas sensaciones es desagradable en extremo por lo que la persona que lo sufre, tiende a evitar aquellas situaciones susceptibles de propiciar un nuevo ataque, esta evitación es lo que llamamos agorafobia.

Así, la persona va a reduciendo sus actividades, deja de hacer deporte, deja de ir a lugares donde se siente atrapado… llegando incluso a recluirse en casa, único lugar donde se siente seguro. Al fin y al cabo se busca la protección y la seguridad, evitando estas situaciones, se evita el miedo a volver a padecer miedo.

 ¿Cuándo acudir al psicólogo en busca de ayuda?.

Si padeces ataques de ansiedad y tienes persistente preocupación por tener nuevos ataques o estás preocupado/a por las implicaciones de los ataques o por sus consecuencias como perder el control, sufrir un ataque al corazón, “perder la cabeza”, quizás sea el momento adecuado para pedir ayuda profesional para que valore tu situación.

En muchas ocasiones nos encontramos en la consulta, personas que tienen un trastorno de pánico de larga duración, llevan muchos años padeciéndolos y lo han “normalizado” dentro de su rutina habitual. Cuando se da esta situación el tratamiento es más complicado y lento ya que el proceso está muy instaurado como patrón de conducta.

Por el contrario, hay personas que acuden cuando el trastorno es incipiente, pues han padecido pocos ataques de ansiedad, por lo que normalmente el tratamiento es mucho más rápido y eficaz. En este contexto se necesitan menos sesiones para la total recuperación y el índice de recaídas es menor.

Recuperado de: https://www.psicoglobal.com/blog/ataque-panico-parte1