El cerebro comunicándose. POR: David Aparicio

El neurocientífico Uri Hasson investiga la base de la comunicación humana, y los experimentos de su laboratorio revelan que incluso en diferentes idiomas, nuestros cerebros muestran una actividad similar, o se “alinean”, cuando escuchamos la misma idea o historia. Este asombroso mecanismo neuronal nos permite transmitir patrones cerebrales, compartiendo recuerdos y conocimientos. “Podemos comunicarnos porque tenemos un código común que presenta un significado”, dice Hasson.

¿Qué pasa cuando se extirpa el hipocampo? POR: Maria Fernanda Alonso

Cuando era niño, Henry Molaison (H.M.) se rompió el cráneo en un accidente. Poco tiempo después comenzó a desmayarse y a tener convulsiones. En un intento por curarlo, el cirujano William Skoville (conocido por realizar cirugías riesgosas), le extirpó el hipocampo. A primera vista, la operación fue un éxito. Las convulsiones prácticamente desaparecieron, sin cambios en la personalidad, y su CI incluso mejoró. Pero hubo un problema: perdió la memoria. ¿Por qué sucedió esto? ¿Tenía el hipocampo una participación importante en el proceso de creación y consolidación de la memoria? Con los años, H.M. fue examinado por más de 100 neurocientíficos, siendo su mente la más estudiada de la historia. En este video compartimos lo que su caso nos enseñó sobre el cerebro y la memoria.

Las 5 trampas psicológicas en las que caen las personas politoxicómanas. POR: CLÍNICAS CITA

La politoxicomanía es una realidad que muestra hasta qué punto las adicciones tienen capacidad para infiltrarse en todos los ámbitos de la vida de una persona si no son tratadas a tiempo.

Este fenómeno, que consiste en desarrollar dependencia de varias drogas, hace que la persona que lo sufre se vuelva mucho más vulnerable tanto física como mentalmente.

Sin embargo, trazar una línea entre la adicción a una droga y la adicción a más de una sustancia no es tarea sencilla, porque una vez ha empezado a consolidarse la dependencia, esta puede quedar orientada hacia una gran variedad de elementos psicoactivos. Y esto es así porque cuanto más se acostumbra a consumir una droga el ser humano, más propenso es a caer en determinadas trampas psicológicas que lo adentran cada vez más en la politoxicomanía.

¿Qué es la politoxicomanía?

La politoxicomanía es el abuso y dependencia de dos o más drogas ante las cuales la persona siente que pierde capacidad de control sobre sus acciones. Esta puede plasmarse tanto en el uso combinado de drogas (tomarlas al mismo tiempo en un momento determinado, para combinar sus efectos) o en el consumo intercalado de estas (dejando varias horas de diferencia entre el consumo de cada una).

En todos los casos, la mezcla de sustancias psicoactivas con potencial adictivo sin prescripción médica tiene un efecto muy dañino para la salud física y mental de la persona. Este desgaste suele ser más intenso que si se consumiera un solo tipo de droga en la misma cantidad, ya que la combinación de sustancias potencia los efectos negativos de cada uno de los productos usados.

Además, aunque las personas que desarrollan politoxicomanías sean conscientes de este hecho, eso no es motivo suficiente para que dejen atrás definitivamente su adicción; el patrón de comportamiento en el que se basa su uso de las drogas o depende de si toman decisiones informadas o no, sino de otros aspectos psicofisiológicos que van más allá de las palabras. O bien ignoran el carácter dañino de la mezcla de drogas, o bien intentan no pensar en ello, dado que surge una gran dificultad para controlar su comportamiento.

Es por ello que la politoxicomanía es un fenómeno tan habitual y frecuente entre quienes consumen drogas; hay incluso investigadores que la consideran una de las etapas de máxima consolidación de los trastornos adictivos, delineando una “escalera de consumo” que va de la experimentación con una sola droga al uso constante de sustancias psicoactivas de todo tipo.

Y es que si las adicciones dependiesen de la información de la que dispone la gente, cada peldaño sería una línea que la persona sabe que no debe cruzar, pero no es así. Sin embargo, se estima que en los países occidentales, aproximadamente la mitad de las personas con una adicción a las drogas presenta adicción a varias sustancias al mismo tiempo, y la mayoría de quienes sufren dependencia del alcohol, de los opioides, del cannabis o, sobre todo, de la cocaína y la heroína.

Por supuesto, eso no significa que sea imposible superar un problema de drogadicción una vez se ha consolidado la politoxicomanía; lo que ocurre es que es más complicado, y la intervención por parte de profesionales de la salud se vuelve más urgente que nunca.

Trampas psicológicas de consolidación de la politoxicomanía

Estos son los mecanismos psicológicos que actúan como una “pendiente resbaladiza” que conduce hacia la politoxicomanía.

1. El límite entre lo sano y lo insano se difumina

El uso combinado o intercalado de drogas hace que cada una de estas sustancias quede banalizada, que pase por un elemento más del día a día, difuminándose con el resto de objetos cotidianos que rodean a la persona.

Esto hace que la reacción emocional de peligro y/o precaución impulsada desde las campañas de concienciación y en contra del uso de drogas desaparezca; la persona tiene menos motivos para pensar en si el uso de esas sustancias va bien o mal para su salud, ya que el concepto de “droga” queda normalizado y despojado de la mayoría de sus connotaciones negativas.

2. Se normaliza en consumo de una sola sustancia

Si la dinámica de comportamiento impulsada por las politoxicomanías en sus etapas más tempranas ya normaliza en sí el consumo de varias sustancias a la vez, aún lo hace más con el consumo de un solo tipo de droga.

Por ejemplo, facilita que el hecho de beber alcohol sin esnifar cocaína en la misma jornada parezca algo “sano”, algo que prácticamente no cuenta, porque en comparación con la idea de tomar varias cosas a la vez, a los ojos de quien ya tiene un problema de adicción casi no parece ni reseñable.

3. Aparece la aceptación del uso de drogas con efectos opuestos

Otra de las trampas psicológicas asociadas a la politoxicomanía es la idea de que resulta aceptable usar drogas que aparentemente “se cancelan entre sí” (aunque en realidad eso no es cierto). Por ejemplo, el uso de una sustancia depresora de la actividad del sistema nervioso, como las benzodiacepinas, para contrarrestar la toma previa de un psicoestimulante como la cocaína.

4. Surge el autoengaño de intentar tratar una adicción impulsando otra

Por otro lado, también es habitual que los politoxicómanos se autoengañen asumiendo que tomando una droga están contribuyendo a salir de una adicción a otra droga, aunque no lo hagan siguiendo indicaciones médicas ni usando medicamentos recetados.

5. La persona se rodea de entornos sociales con fácil acceso a varias drogas

Finalmente, las personas con adicciones se acostumbran a invertir su tiempo libre sobre todo en las relaciones con otras personas que también son adictas. Esto hace que, debido a la disponibilidad de varios tipos de drogas propiciada por el hecho de exponerse a otras personas con problemas similares, el uso de diferentes sustancias sea visto como un modo de integración en un grupo, o prácticamente un ritual social.

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RECUPERADO DE: https://psicologiaymente.com/drogas/trampas-psicologicas-personas-politoxicomanas

¿Practicar ejercicio protege frente a la enfermedad de Parkinson?. POR: Nahum Montagud Rubio

n muchas ocasiones se habla del deporte como uno de los mejores factores de protección frente a enfermedades de todo tipo.

Si bien es evidente que la práctica de ejercicio sirve para enfermedades cardiovasculares, la obesidad o la diabetes, su efecto sobre enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson, aunque sospechado, no estaba tan claro.

¿Practicar ejercicio protege frente a la enfermedad de Parkinson? Esta es la pregunta a la que vamos a responder en los próximos párrafos. ¡Sigue leyendo para descubrir la respuesta!

¿Practicar ejercicio regularmente protege de la enfermedad de Parkinson?

Muchas veces oímos eso de que practicar deporte puede ser beneficioso no sólo para nuestra salud física, sino también la mental. Se suele decir que la práctica de actividad física regular puede ser un factor de protección y prevención de enfermedades asociadas a la vejez. Dada la frecuencia, gravedad y el gran coste familiar y social que implican ciertas enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer y el Parkinson, muchas investigaciones han tratado de ver si hay un menor riesgo de padecer estos problemas al hacer ejercicio.

A lo largo de las décadas varias de estas investigaciones han ido revelando pruebas de que sí, practica ejercicio protege frente a la enfermedad de Parkinson y otras demencias. El primer estudio en abordar esta cuestión fue el de Sasco y colegas, de 1992. Su grupo investigador tuvo el mérito de ser los primeros que revelaron que un alto nivel de actividad física podría reducir el riesgo de enfermedad de Parkinson. En su caso, se trataba de un estudio epidemiológico, con casos y control.

Más de una década tarde, en 2005, se publicaría un trabajo realizado por el grupo de Chen y colegas en el que también se aportaron pruebas que daban fuerza a la idea de que ejercitarse a grandes niveles se asociaba con un riesgo reducido de padecer Parkinson en hombres. En su caso estudiaron una muestra compuesta por 48.574 varones y 77.254 mujeres, todos ellos pertenecientes al ámbito de las ciencias de la salud, siguiendo cómo progresaba su salud durante 19 años.

En este segundo estudio se observó que los varones que practicaban ejercicio intenso una media de 10 meses al año se beneficiaban de una reducción significativa del riesgo de desarrollar Parkinson. Los individuos que tenían una vida activa tenían cerca de un 60% menos de posibilidades de padecer enfermedades neurodegenerativas en comparación con aquellas personas que, de media, se ejercitaban dos o menos meses al año.

Deporte y Parkinson

Otro estudio de Xu et al. (2010) publicado en la revista Neurology, con 213.701 participantes y obteniendo resultados similares al caso anterior. En este caso, los participantes formaban parte de la cohorte del Estudio de Dieta y Salud del Instituto Nacional de Nutrición de EEUU (NIH-AARP). Mediante su investigación, se comprobó que las personas que hicieron ejercicio moderado-intenso a los 25-29 años y en los diez años previos a la finalización del estudio tenían un 40% menos de riesgo de sufrir la enfermedad de Parkinson comparados con los participantes sedentarios.

Podríamos seguir hablando de las tantas investigaciones que han abordado esta misma cuestión y han obtenido resultados similares, variando en género y en nacionalidad. Lo que la mayoría de ellos concluyen es que llevar un estilo de vida activo es un buen factor de protección ante la posibilidad de padecer enfermedades neurodegenerativas, sobre todo si se realiza deporte de forma moderada a intensa.

Daba igual el tipo de deporte: natación, tenis, jogging, ciclismo, ejercicios aeróbicos y anaeróbicos… Todo parece indicar que la práctica de deporte, al menos en términos generales, protege frente al Parkinson.

Metaanálisis sobre el Parkinson y el deporte

Como decíamos, se han realizado muchos estudios que han abordado sobre cómo practicar ejercicio puede funcionar a modo de factor de protección ante la enfermedad de Parkinson. Esto fue investigado en forma de metaanálisis en el año 2018 con un estudio publicado en JAMA Neurology. Este trabajo consiste en una gran revisión sistemática y metaanálisis de estudios prospectivosrelacionados con el tema y que dio todavía más fuerza a los beneficios que supone el ejercicio a la hora de prevenir el Parkinson.

El objetivo planteado por el grupo de Fang y colegas detrás de este metaanálisis fue el de cuantificar la asociación dosis-respuesta entre la actividad física y el riesgo de padecer la enfermedad de Parkinson. Para ello se llevó a cabo una revisión sistemática en búsqueda de aquellos artículos que abordaran el tema, hallándolos en fuentes de prestigio y rigor científico como PubMed, Embase y Web of Science.

En su investigación lograron identificar ocho estudios prospectivos que sumaban 544.336 participantes y fueron seguidos durante una media de 12 años (6,1 a 22 años). El total de casos de Parkinson identificados en el transcurso de los estudios fue de 2.192. Como resultado, los investigadores observaron una asociación tanto entre un alto nivel de actividad física total (21%) como entre uno moderado-intenso (29%) y una reducción del riesgo de padecer la enfermedad neurodegenerativa, especialmente entre los hombres. La actividad física ligera no se asoció con reducción del riesgo.

¿Cómo prevendría el Parkinson la actividad física?

En base a las múltiples investigaciones que abordan el tema, parece ser claro el hecho de que la práctica regular de ejercicio es un importante y efectivo factor de protección ante el padecimiento de la enfermedad de Parkinson. Ahora, vendría la pregunta clave: ¿cómo reduce el riesgo de sufrir esta enfermedad el ejercicio? En torno a ello se han sugerido diversos mecanismos que podrían explicar el gran efecto neuroprotector de la actividad física.

Se ha visto con animales de laboratorios que la práctica de ejercicio regular contribuye en la conservación de la función dopaminérgica, función que se ve gravemente afectada en la enfermedad de Parkinson debido a la destrucción de las células de la sustancia negra. Añadido a esto, se ha observado que la actividad física regular reduce el daño de las células dopaminérgicas de los circuitos motores, como en el núcleo estriado y el sistema mesocortical.

Otro de los posibles mecanismos que explicarían los beneficios del ejercicio en la prevención del Parkinson sería que la actividad física reduce la inflamación celular y el estrés oxidativo. Añadido a esto, el ejercicio físico tiene un efecto neuroprotector, contribuyendo en la expresión de factores de desarrollo como el factor neurotrópico derivado del cerebro y el factor neurotrópico derivado de la glía.

¿El ejercicio físico puede ayudar a quienes ya padecen la enfermedad?

Se ha visto que el ejercicio físico no sirve únicamente para prevenir la enfermedad de Parkinson sino que, también puede ayudar a quienes ya sufren neurodegeneración, algo que de hecho ya se aplica en terapia con este tipo de pacientes.

La actividad física forma parte de la terapia y manejo de la condición, y sirve para retrasar el deterioro motor responsable de los signos típicos asociados con la enfermedad como los temblores, la rigidez articular y la lentitud de movimientos, prolongando la independencia funcional de los afectados.

Los ejercicios que potencian la fuerza y los estiramientos dinámicos ayudan notoriamente a retrasar la progresión de la sintomatología, tanto física como cognitiva. Un buen ejemplo de ejercicio con estas características es el Tai Chi, un arte marcial chino que mejora notablemente en equilibrio e incrementa la fuerza, movilidad y el estado mental, además de ser seguro y tener un riesgo muy reducido de sufrir caídas.

¿Cuánto ejercicio es necesario?

Llegados hasta aquí, mencionaremos cuánta actividad física se recomienda no solo para prevenir la aparición y desarrollo de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson, sino también para contribuir a tener un perfecto estado físico y psicológico a cualquier edad y ante cualquier condición.

Si bien existen diferentes guías sobre cuál es el nivel de ejercicio necesario para tener un buen estado físico y mental, nos basaremos en la Guía de Actividad Física elaborada por la Asociación Americana del Corazón estadounidense y que se suele usar como referencia a nivel mundial.

Los niños preescolares (3 a 5 años) deben ser físicamente activos todo el día, a fin de favorecer su crecimiento y desarrollo. Los niños y adolescentes (6 a 17) deben hacer un mínimo de 60 minutos de ejercicio moderado a intenso al día. A partir de los 17 años, en la adultez joven y mediana edad se aconseja realizar ejercicio aeróbico tanto ligero como moderado, con actividades como caminar rápido (150 a 300 minutos semanales) e intenso como hacer ciclismo o correr (75 a 150 minutos).

En cuanto a las personas de la tercera edad (65 o más años) se les aconseja la práctica de actividades físicas multicomponente, practicando el equilibrio y la flexibilidad, además de realizar ejercicios aeróbicos y de fuerza para reducir la atrofia muscular, las fragilidad y las caídas. En caso de padecer una enfermedad crónica o discapacidad se debe intentar practicar el ejercicio recomendado acorde a la edad, dentro de las posibilidades del paciente.

Cabe decir que, por muy poco intensa que sea la actividad física realizada, esta es siempre mejor que tener un estilo de vida sedentario e inactivo. Lo ideal es conseguir los objetivos semanales recomendados pero, en caso de no poder conseguirlo, no desanimarse e intentar incorporar en la rutina semanal algo de ejercicio. En caso de realizarse más de lo que se recomienda, mejor que mejor, puesto que traerá consigo beneficios cardiovasculares añadidos, aunque siempre se deberá evitar el sobreesfuerzo y llevar el cuerpo al límite.

Si bien el ejercicio no nos asegura que no vayamos a sufrir enfermedad neurodegenerativa alguna, sí que reduce significativamente las posibilidades de padecerla. Esto debe verse como un mensaje de esperanza y de ánimo para quienes tienen antecedentes familiares de estas enfermedades y entender que la práctica frecuente de ejercicio es nuestra mejor medicina preventiva para todo tipo de enfermedades, entre ellas las neurodegenerativas como el Parkinson.

RECUPERADO DE: https://psicologiaymente.com/clinica/practicar-ejercicio-protege-parkinson

Cuando el estrés laboral eclipsa al resto de facetas de la vida. POR: TOMAS SANTA CECILIA

Para algunas personas, el trabajo es casi indistinguible de una afición o pasión con capacidad creativa. Para otras, es tan solo un medio a través del cual obtener lo que se necesita para vivir.

Pero hay una tercera posibilidad que combina elementos de ambas maneras de experimentar el trabajo y que da lugar a muchos problemas.

Se trata de la obsesión por el trabajo ligada al estrés laboral, en la que se busca desesperadamente llegar a los objetivos profesionales, y por otro lado estos “invaden” la mete de la persona durante todo el día, también en su vida privada.

La ansiedad y el estrés laboral como problemas psicológicos

Lo primero a destacar es que ni la ansiedad en general ni el estrés generado por los contextos laborales en particular son en sí un problema que debamos evitar. Ambas son respuestas emocionales naturales ante situaciones que nos plantean retos y que exigen de nosotros que nos adaptemos a una serie de limitaciones para lograr unas metas.

Y esto es lo que ocurre con los entornos en los que dedicamos horas de la semana al trabajo remunerado: tenemos objetivos de eficiencia y rentabilidad que aspiramos a alcanzar para satisfacer necesidades. Prácticamente nadie puede “ganarse la vida” manteniéndose constantemente en su zona de confort, siempre hay que aplicar esfuerzo y dedicación a una serie de tareas que nos permiten mantener o mejorar un determinado ritmo de vida, todo ello lidiando con la incertidumbre de qué nos deparará el futuro laboralmente hablando.

Y es que gracias a nuestra capacidad y predisposición a experimentar estrés en situaciones complicadas somos mejores reaccionando rápidamente a los momentos en los que debemos pasar a la acción para generar valor; forma parte del conjunto de elementos psicológicos que nos permite estar motivados por progresar en nuestras carreras laborales o mejorar nuestra situación económica, entre otras cosas. Sin el estrés, no se entendería ese interés por no quedarnos “rezagados” ante los cambios por los que pasa el mercado laboral y los ecosistemas de empresas.

Sin embargo, hay situaciones en las que el estrés deja de ser una ayuda y pasa a ser un problema, un obstáculo que no solo nos lleva a pasarlo mal, sino que desgasta nuestra calidad de vida y, por supuesto, nuestro desempeño laboral a medio y largo plazo.

Además, esta clase de problema suelen aparecer en forma de paradoja; nos sentimos muy estresados porque hay algo que creemos que nos supera, y eso nos lleva a obsesionarnos con ello de un modo disfuncional, que nos hace estar menos preparados para hacerle frente.

Además, las personas con un alto estrés laboral no consiguen desconectar mentalmente de su faceta profesional cuando termina su jornada de trabajo, lo cual les genera un alto desgaste psicológico.

Obsesión con el trabajo

Elementos del estrés laboral que hacen que el trabajo invada nuestras vidas

Estas son las principales fuentes de estrés laboral y que predisponen a las personas a obsesionarse con su trabajo.

1. La carga mental de trabajo

La carga mental de trabajo es el conjunto de exigencias psicofísicas asociadas a una tarea. Cuando nos pasamos demasiado tiempo concentrándonos a tareas complicadas, lo más posible es que no nos queden “fuerzas” para realizar ninguna otra tarea psicológicamente compleja: leer un libro, hablar con la familia, etc.

2. Mala gestión del tiempo de ocio o descanso en el lugar de trabajo

Muchas personas con estrés laboral se sienten tan preocupadas que casi sin darse cuenta, se mentalizan con la idea de pasar buena parte de su tiempo libre en su lugar de trabajo, para no alejarse demasiado del lugar “en el que tienen que estar”.

En otras ocasiones, el estrés hace que la persona se distraiga demasiado en horas en las que debería estar trabajando (como estrategia de evitación de situaciones ansiógenas, como por ejemplo comer sin hambre), y esto hace que el tiempo libre se mezcle con la jornada laboral, por lo que se va acumulando el trabajo.

3. La rumiación psicológica

La rumiación psicológica es la aparición cíclica, automática e indeseada de pensamientos intrusivos en la mente de la persona. Es una de las consecuencias de la ansiedad y el estrés, y normalmente los pensamientos en los que se basa son desagradables o perturbadores, y tienen que ver con lo que le preocupa a la persona.

Debido a la predisposición a atraer a la consciencia imágenes estresantes o angustiantes, las personas con estrés laboral están reviviendo constantemente recuerdos desagradables asociados a su puesto de trabajo, pronósticos catastróficos sobre su futuro laboral, etc.

4. Desajustes del horario del sueño

Como consecuencia de lo anterior, es habitual que el estrés laboral haga difícil conciliar el sueño a la hora adecuada.

Por un lado, aparece la desorganización en la realización de tareas, y por el otro, los pensamientos intrusivos hacen complicado relajarse estando en la cama.

5. El FOMO (Fear of Missing Out)

Por otro lado, el uso generalizado de smartphones y tablets con conexión a Internet hace que algunos trabajadores desarrollen temor a perderse información importante compartida por compañeros o superiores fuera del horario laboral, lo cual les lleva a chequear constantemente los chats de grupo, el correo electrónico, etc.

¿Qué hacer?

La clave para evitar que tu faceta laboral eclipse totalmente el resto de aspectos de tu vida es combinar una serie de aprendizajes en lo relativo a la gestión de las emociones, por un lado, y adoptar nuevos patrones de comportamiento en lo relativo a cómo te relacionas con tu espacio de trabajo y con quienes están en él.

Además, en algunos aspectos conviene adoptar una visión más amplia y estratégica del problema y, dando un paso atrás, cuestionarnos en primer lugar si ese puesto de trabajo nos conviene.

Así pues, cualquier intento de reducir las causas del estrés laboral y la obsesión por el trabajo a variables puramente emocionales o materiales probablemente pecará de simplista y no generará resultados positivos a largo plazo. Hay que intervenir tanto en los procesos psicológicos internos como en las acciones exteriorizables y la gestión de los espacios de trabajo (e incluso en los espacios en los que tiene lugar nuestra vida privada).

Lograrlo no es fácil, porque hay que mantener un equilibrio entre ambos aspectos del problema, pero no es imposible, y con ayuda profesional, es mucho más fácil.

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RECUPERADO DE: https://psicologiaymente.com/clinica/cuando-estres-laboral-eclipsa-resto-vida

La fe y la materia gris. POR: Alejandra Alonso

Un nuevo estudio, realizado en los Países Bajos, buscó probar hipótesis prominentes en la literatura que relacionan la estructura cerebral con la experiencia religiosa a través de un trabajo metodológicamente poderoso (o sea, con un buen tamaño de muestra) y robusto sobre la religiosidad y las diferencias entre estructuras cerebrales. 

Los autores resaltan que investigaciones previas están plagadas de inconsistencias metodológicas: muestras pequeñas, tests no validados y confusión conceptual con relación a las estructuras que están siendo medidas.

El objetivo de la investigación fue establecer la relación que existe entre la religiosidad y las diferencias en las estructuras cerebrales con datos que sean obtenidos a través del rigor estadístico y metodológico. La esperanza de los científicos es establecer un nuevo estándar para futuros estudios.

Tres teorías fueron puestas a prueba

La primera de ellas dice que la corteza orbitofrontal ha sido implicada en la religiosidad por su rol en el monitoreo del error. La teoría es que las personas religiosas sufren una discapacidad en este área cerebral, lo que les lleva a aceptar doctrinas religiosas. Resultados previos han sido variados, algunos han encontrado que la corteza orbitofrontal es reducida y otros que está agrandada.

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La siguiente teoría puesta sobre la mesa dice que habría una atrofia o disfunción en el lóbulo temporal que se asociaría con mayor religiosidad, percepción de comunicación con Dios y experiencias religiosas que cambian la vida. Los científicos probaron si los aspectos experienciales de la religión se relacionaron con un volumen reducido en las regiones temporales, incluido el hipocampo.

Por último, el equipo tomó la teoría de que existen diferencias estructurales en el lóbulo parietal superior e inferior que se relacionarían con la probabilidad de experiencias místicas; esta teoría se basa en que se ha observado que un flujo reducido de sangre en el lóbulo parietal superior se relaciona a “experiencias de unidad absoluta” durante la meditación.

¿Cómo se realizó el estudio?

Se utilizaron los datos de 211 personas, quienes respondieron a una serie de preguntas sobre la religiosidad y las experiencias religiosas. Luego se sometieron a escaneos cerebrales de las zonas de interés. Los escáneres dividieron el cerebro en píxeles de 3 dimensiones que luego permitirían comparaciones entre sujetos para una región particular. 

Esta metodología tuvo el beneficio de proveer una buena prueba de confirmación de hipótesis además de ser una manera simple de cuantificar las diferencias cerebrales.

¿Qué encontraron?

Los científicos no encontraron relación entre las diferencias en la estructura cerebral y los autorreportes de religiosidad o experiencias místicas, tanto al usar análisis de zonas cerebrales de interés como al analizar el cerebro completo.

Continúa el debate sobre cuál es el mejor método para estudiar la religiosidad neurológicamente. El equipo de investigadores recomendó que en el futuro se renuncie a este tipo de análisis y se centren en enfoques funcionales y multivariados. 

Referencia del estudio: van Elk, M. & Snoek, L. (2019), The relationship between individual differences in gray matter volume and religiosity and mystical experiences: A preregistered voxel-based morphometry study. European Journal of Neuroscience, Volume 51, Issue 3. Doi: https://doi.org/10.1111/ejn.14563

Fuente: Psypost

RECUPERADO DE: https://www.psyciencia.com/la-fe-y-la-materia-gris/

Cerebro de las personas violentas, lo que dice la neurociencia. POR: VALERIA SABATER

Las estadísticas nos dicen que en los últimos años el número de actos delictivos está aumentando. ¿Qué hay en el cerebro de las personas violentas? ¿Esta inclinación es genética? ¿Hay alguna causa biológica detrás o es todo el resultado de una sociedad menos humana? Las respuestas a estas preguntas no están demasiado claras.

Hay quien señala, eso sí, que la propia cultura es el agente que facilita muchas de estas conductas, enseñándolas y reforzándolas. Podemos hablar de psicopatía, delincuencia o incluso de parafilias con tendencias violentas. Sin embargo, a menudo, el propio contexto social y cultural es ese escenario capaz de impulsar la aparición de muchas de estas conductas tan adversas.

Vicente Garrido, profesor de criminología de la Universidad de Valencia, señala que nuestro mundo se ha vuelto menos igualitario y más competitivo. Esto puede despertar una parte de esas conductas violentas. No obstante, nos interesa también conocer qué hay en lo más profundo del universo neurológico de estas personas, qué hay de singular y particular para poder explicar este tipo de realidades tan descarnadas.

Lo analizamos.

“La violencia, sea cual sea la forma en que se manifieste, es un fracaso para la sociedad”.

-Jean Paul Sartre-

Hombre simbolizando el impacto del cerebro de las personas violentas

Así es el cerebro de las personas violentas

A principios del año 2000, se logró atrapar a Cary Stayner, un hombre de unos 40 años que a lo largo de un año asesinó de manera violenta a 4 mujeres en el parque nacional de Yosemite. Se encargaba de las tareas de mantenimiento del parque y era esa figura de confianza a la que muchos recurrían con frecuencia.

Durante el juicio, declaró que desde los 7 años estaba obsesionado con hacer daño a las mujeres. Su defensa alegó enfermedad mental, pidiendo una resonancia magnética para identificar anomalías neurológicas. Sin embargo, el juez no quiso tener en cuenta este factor y fue sentenciado a la inyección letal.

En cierto modo, algo que señalan los neurólogos es que la existencia de alguna alteración cerebral no explica en el 100 % de los casos la conducta violenta. Ejemplo de ello es el doctor James Fallon. Este neurólogo lleva toda su vida realizando tomografías a los psicópatas para demostrar que sí existen anomalías muy concretas. En una ocasión, decidió realizarse él mismo esa prueba clínica y descubrió algunas anomalías.

Es más, James Fallon averiguó que en su familia paterna había al menos siete personas que habían cometido asesinatos. Sin embargo, factores, como haber tenido una familia cálida y afectuosa, habían evitado probablemente el desarrollo de ese “oscuro” determinismo biológico. No obstante, hay una evidencia de que el cerebro de las personas violentas presenta ciertas particularidades. Las analizamos.

El gen de la monoamino oxidasa y la menor producción de serotonina

Avshalom Caspi y sus colegas realizaron un estudio en el 2002. Evidenciaron que aquellos niños que habían sido maltratados en su infancia evidenciaban una alteración en el gen que codifica la enzima monoamino oxidasa (MAOA). Esta anomalía tiene una clara consecuencia: se produce mayor testosterona y menos serotonina.

Todo ello deriva en comportamientos antisociales y violentos. Lo llamativo (y hasta esperanzador) es que ese comportamiento violento se puede reducir con la administración de Prozac ® (fluoxetina) un antidepresivo que regula y mejora la producción de serotonina.

El cerebro de las personas violentas presenta menos materia gris

Otro aspecto significativo que ha podido verse en las personas que han cometido actos violentos es una anomalía en la materia gris. Evidencian un menor grosor en la corteza prefrontal rostral anterior y también en los polos temporales. Esto se traduce en dos hechos muy concretos: menor empatía y menor sentimiento de culpa.

La falta de cargos de conciencia a la hora de infligir dolor, el no identificarse con la víctima ni experimentar culpa alguna cuando se comente un acto violento son características muy recurrentes entre las personas con psicopatía.

La amígdala y el comportamiento agresivo

La amígdala es esa pequeña región cerebral íntimamente relacionada con el procesamiento de las emociones. Es una estructura compleja, pero esencial para la propia supervivencia.

Ahora bien, trabajos de investigación como los realizados en la Universidad de Friburgo (Alemania), nos revelan algo interesante relacionado con el cerebro de las personas violentas.

Ha podido verse que las personas con una amígdala mucho más pequeña evidencian un comportamiento más agresivo. Es más, en muchos casos se aprecia también una hiperestimulación en esta diminuta zona neurológica.

Chico con capucha representando el Cerebro de las personas violentas

La frustración y la falta de control de los impulsos

Tenemos claro que el cerebro de las personas violentas funciona de manera diferente y que, en buena parte de los casos, factores como la crianza, la educación y el entorno social orquestan casi siempre esas bases agresivas. Ahora bien, existe un factor emocional a tener presente y es la falta de resistencia a la frustración sumada a la ausencia de control de los impulsos.

La persona violenta experimenta una elevada carga emocional cuando no obtiene lo que desea. Esto que es tan habitual en los niños y tan necesario regular a edades tempranas, es en la edad adulta un absoluto peligro.

La frustración mal manejada y la incapacidad para controlar sus reacciones desemboca muchas veces en reacciones agresivas con serias consecuencias. En especial, si se acompaña de consumo de alcohol u otras sustancias.

Para concluir, si bien es cierto que la conducta humana forma parte del ser humano, hay factores biológicos que a menudo, orquestan este comportamiento. Conocerlos es siempre una herramienta de gran interés y utilidad.

RECUPERADO DE: https://lamenteesmaravillosa.com/cerebro-personas-violentas/

La neurociencia halla pistas sobre el origen del miedo a la oscuridad. POR: GEMA SANCHEZ

El miedo a la oscuridad es un temor frecuente, que no solo afecta a niños, sino también a un buen número de adultos. Somos animales diurnos; el sentido que más utilizamos es la vista, un sentido que gana cuando lo que queremos ver está iluminado.

Muchas veces se ha asociado el miedo a la oscuridad con traumas de infancia o con cierto infantilismo. Sin embargo, la neurociencia ha descubierto que el tema puede ser mucho más profundo. Al parecer, ese miedo está inscrito de alguna manera en nuestra configuración como especie.

La ausencia de luz nos limita, nos vuelve torpes -aunque una abundancia extrema también puede hacerlo-. No sabemos dónde están los obstáculos, a veces ignoramos qué nos rodea y, en definitiva, tendemos a ponernos más a la defensiva porque aumenta la incertidumbre sobre lo que nos rodea. Todo indica que ese miedo a la oscuridad se asocia con cómo funciona el cerebro.

No existe la oscuridad suficiente en todo el mundo para apagar la luz de una pequeña vela”.

-Robert Alden-

Una investigación sobre el miedo a la oscuridad

Frente al miedo a la oscuridad se ha realizado una investigación capaz de aportar datos interesantes. El estudio fue publicado en PLoS ONE, en junio de 2021. La investigación fue realizada por científicos de la Universidad de Monash, en Australia.

Su muestra estuvo constituida por 23 voluntarios. En un entorno controlado de laboratorio, se les conectó a un sistema de escáner cerebral para monitorear lo que ocurría en sus cerebros durante el experimento. Luego se hicieron varios ciclos sucesivos de encendido y apagado de la luz. Los cambios de iluminación se producían cada 30 segundos.

Los investigadores encontraron que, mientras había oscuridad, la amígdalaaumentaba su actividad. Después, al encender la luz, se veía un claro descenso de esta activación. Así mismo, se introdujeron lapsos de luz tenue, lo que hizo que la amígdala se mantuviera con niveles de actividad intermedios.

Amígdala iluminada
Amígdala

El miedo a la oscuridad, según la neurociencia

La amígdala forma parte del sistema límbico que, en conjunto, se encarga de nuestra reactividad emocional más primitiva. En concreto, esta zona del cerebro tiene que ver con las sensaciones asociadas al miedo. Allí se activa un mecanismo de alerta cuando surge algún estímulo que es percibido como peligroso o amenazante.

Por otro lado, la luz no es solo un factor que incide sobre la buena visibilidad, sino que también cumple otras funciones. Se sabe que es fundamental para regular los ritmos circadianos, que marcan los periodos de actividad y de descanso. Así mismo, se ha evidenciado que incide en el estado de ánimo, al punto que a veces es una diana farmacológica en los tratamientos contra la depresión.

El experimento llevado a cabo por los científicos de la Universidad de Monash corrobora el vínculo que hay entre la luz, la amígdala y la sensación de miedo. Cuando la amígdala se activa, en los lapsos de oscuridad, se incrementa la sensación de temor. Al momento de desactivarse, cuando hay luz, ese temor se diluye.

La investigación también encontró que la variaciones en el nivel de activación son muy rápidas. Estimaron que la amígdala responde a los estímulos en un lapso no mayor a 100 milisegundos. Es prácticamente automático.

Niño con miedo a la oscuridad

Un miedo ancestral

Lo que los neurocientíficos descubrieron, en últimas, es que el miedo a la oscuridad tiene un referente fisiológico determinante. Describieron cómo opera ese proceso y sugirieron posibles explicaciones sobre su origen. Sin embargo, la razón para que la ausencia de luz sea tan significativa en los humanos podría ser más bien de índole evolutiva.

En la oscuridad somos mucho más vulnerables, y nuestro cerebro “lo sabe”. La vista pierde agudeza, algo que intentamos compensar aumentando el nivel de alerta -procesando de manera más rápida cualquier input, para reaccionar en caso de amenaza-.

Seguro que los primeros humanos ya sintieron cierta preocupación al ocultarse el sol. Esta fue una de las razones por las que aprender a controlar el fuego supuso una auténtica revolución.

Por lo tanto, el miedo a la oscuridad también puede considerarse un componente de instinto de supervivencia. El solo hecho de que no haya luz representa un riesgo y por eso se activan los mecanismos de alerta. Sin embargo, cuando no existe riesgo y, en cambio, está presente un temor considerable, podríamos estar hablando de un problema distinto.

RECUPERADO DE: https://lamenteesmaravillosa.com/origen-miedo-oscuridad/

¿Por qué el cerebro tiene dos hemisferios? POR: VALERIA SABATER

Puede parecer una pregunta ingenua, caprichosa e incluso infantil. ¿Por qué el cerebro tiene dos hemisferios? ¿Hay alguna razón por la que el resultado de su evolución no haya sido el de conformar un órgano unificado e incluso perfectamente esférico? Esta cuestión, lejos de ser algo simplona, alberga un gran interés y también investigación científica.

Para empezar, son muchos los que, al ver la forma de un cerebro, se sienten intrigados por todos esos pliegues de la corteza cerebral. En efecto, este órgano, lejos de ser esférico y liso, lo primero que evidencia es una llamativa rugosidad. Es más, si pudiéramos extenderlo por completo descubriríamos que tendría la extensión de un pequeño mantel: casi 2 500 centímetros cuadrados.

La razón de esa forma rugosa y plegada es simple: con ello gana espacio. Al plegarse sobre sí mismo le permite tener más densidad y extensión. Lo cual ya es una ventaja evolutiva. Bien, en lo que se refiere a su distribución y al por qué de esos dos hemisferios, la respuesta también sigue esa misma línea: le permite lograr una mayor especialización.

El cerebro es un órgano altamente sofisticado, pero sobre todo especializado. Toda área cumple una función muy concreta y de ahí que tanto la forma como la distribución de este órgano sea decisiva también.

“Soy un cerebro, Watson. El resto de mí es un mero apéndice”.

-Sherlock Holmes-

imagen representando que el cerebro tiene dos hemisferios

¿Por qué el cerebro tiene dos hemisferios?

Una de las respuestas que primero nos puede venir a la mente sobre por qué el cerebro tiene dos hemisferios, puede relacionarse con la idea de la dominancia esférica. Bien, cabe matizar antes de nada un hecho. Durante muchos años se enfatizó la teoría de que hay personas más intuitivas y creativas porque usan más el hemisferio derecho, mientras otras son más lógicas porque desarrollan más el lado izquierdo.

La teoría de la dominancia cerebral es un neuromito. El ser humano usa por igual ambos hemisferios. A día de hoy, tristemente, este enfoque introducido en los años 60 por el neuropsicólogo Roger Sperry, sigue siendo muy popular. Sin embargo, estudios como el realizado en la Universidad Católica Andrés Bello demuestran que no hay ninguna evidencia.

El cerebro evolucionó en dos mitades, pero no para que unos fueran más hábiles en unas disciplinas y otros en otra. En realidad, tanto los clásicos pliegues como los dos hemisferios nos ayudan a distribuir las funciones que ejecuta este maravilloso órgano.

La división cerebral es muy beneficiosa

Pensemos en un gran armario. Si deseamos que sea funcional y práctico, el primer paso será colocarle estanterías. De nada nos sirve si es una construcción sin baldas ni ninguna distribución. Con el cerebro sucede igual. Investigaciones, como las publicadas en la revista Neuron, indican lo siguiente:

  • Tener diferentes áreas cerebrales ocupándose cada una de tareas complejas lo hace más eficiente.
  • El propósito del cerebro es realizar infinitas funciones a la vez y para ello necesita que cada región cumpla un objetivo y se conecte con las demás.
  • El cerebro tiene dos hemisferios porque en cada uno de ellos se localizan múltiples actividades y todas ellas muy específicas. De ese modo, mientras uno se encarga del lenguaje y el reconocimiento facial, el otro se ocupa de la escritura o de la comprensión de lo que escucha.

La clave de la inteligencia estaría en esa organización asimétrica

El cerebro tiene dos hemisferios para poder distribuir funciones. Es cierto que cada región se ocupa de unas tareas muy concretas, pero nunca lo hacen por separado. Es decir, no podemos caer en el error de pensar que alguien es más creativo porque usa más el hemisferio derecho.

En realidad, los procesos que activan la creatividad y la innovación se valen de ambos lados: mientras uno reflexiona, el otro analiza y compara, mientras el derecho conecta con nuestras emociones y conciencia, el izquierdo nos permite escribir cada idea, valorarla y razonarla.

Todo ello contribuye a potenciar nuestra inteligencia. La asimetría cerebral favorece por tanto nuestra capacidad para adaptarnos a las dificultades.

Abejas volando sobre una flor

El cerebro tiene dos hemisferios y no solo en el ser humano

Durante mucho tiempo tuvieron bastante trascendencia las clásicas teorías antropocéntricas. Nos referimos a esas que asumían que, determinadas características neurológicas, solo están presentes en el ser humano. Sin embargo, también muchos animales evidencian una clara asimetría y lateralización.

Fue en los años 70 cuando ya se descubrió que no solo los grandes primates tenían dos hemisferios. Muchos mamíferos, diferentes tipos de aves, las siempre inteligentes ratas, los gusanos y hasta las abejas presentan esta característica. La razón de que sea así es sencilla también. Un cerebro especializado favorece la supervivencia de la especie.

La asimetría cerebral es clave para su organización y especialización. Así, un cerebro altamente especializado es un cerebro más eficiente y eso favorece que ese animal desarrolle mayores habilidades para subsistir. Es más, sabemos incluso que hay animales diestros y zurdos. El 90 % de los loros son zurdos, usan la pata izquierda para comer e interactuar.

Hay tipos de tarántulas que tienen preferencia por sus patas derechas, mientras que los canguros rojos, también son zurdos. A día de hoy, desconocemos el por qué de estas particularidades…

RECUPERADO DE: https://lamenteesmaravillosa.com/por-que-cerebro-tiene-dos-hemisferios/

Onicofagia: 7 tips para dejar de morder las uñas. POR: GEMA SANCHEZ

Un examen, una reunión familiar, una cita, una espera en el médico…. todas estas situaciones tienen algo en común. En todas ellas la ansiedad, la preocupación o la timidez pueden invadirnos. Estas emociones o pensamientos se pueden exteriorizar con la palabra, con el cuerpo o a través de gestos. Las manos son un elemento de comunicación importante. Con ellas abrazamos, acariciamos y expresamos. Con ellas también manifestamos nuestra inquietud, aburrimiento, ganas de terminar una reunión o incluso mala educación.

Dentro de la expresión a través de las manos, las uñas o padrastros pueden ser un reflejo de nuestras emociones o pensamientos. Para muchas personas es una herramienta para canalizar sensaciones, aunque sea de forma inconsciente. Esto es conocido como onicofagia. La palabra “se deriva de dos palabras griegas: onyx (“uña”) y phagein (“comer”) (Cano, Peniche y Arellano, 2001)”.

Generalmente la onicofagia se considera una compulsión, es decir, se realiza para manejar sensaciones de ansiedad, pensamientos intrusivos y sensaciones de inquietud. Tiene consecuencias importantes en nuestra salud bucal, imagen social y autoestima en los casos más graves. Pese a la dificultad de cambiar este hábito no está todo perdido. Si no es un caso clínico, solo hace falta un poco de voluntad, conciencia y motivación.

Morder las uñas, un problema sin resolver

Lo cierto es que la tendencia de morderse las uñas u onicofagia sigue siendo un misterio aún para el mundo de la psicología, la medicina o la psiquiatría. En 2015 en el Journal of Behavior Therapy and Experimental Psychiatry se publicó un artículo que defendía que la onicofagia no era signo de nervios o ansiedad tal y como pensamos la mayoría, sino que era signo de perfeccionismo. Esta actividad podría ayudar a estas personas a manejar su insatisfacción o irritación.

Mujer con onicofagia

También encontramos estudios que demuestran que un tercio de aquellos que sufren onicofagia se encuentran en un ambiente familiar donde otro miembro del grupo lo padece. En este caso hablan de la imitación de niños en familias donde un padre, madre o hermano lo hacen. Otros estudios simplifican la ecuación y relacionan a a la onicofagia con el placer. La acción de morderse las uñas generaría unas sensaciones placenteras.

¿Empieza por la voluntad?

Parece un tópico. La voluntad…. Se dice que es cuestión de voluntad dejar de hacer algo o lanzarse a un objetivo. “Si no lo haces es porque no quieres en realidad”. Lo cierto es que el tópico está cargado de tantas razones como de falta de ellas. Es cierto que nos da una visión simplista de la realidad, pero no es menos cierto que la voluntad y la motivación (sea la que sea) son el motor y la fuerza para comenzar. Sin ellas no llegaríamos a colocarnos ni en la casilla de salida. Pero cuidado porque… querer, muchas veces no es poder.

“Si empiezas por prometer lo que aún no tienes, perderás tu voluntad para conseguirlo”.

 – Paulo Coelho – 

La voluntad no mueve montañas, pero sí es muy importante para empezar. No importa que fallemos, que cometamos errores o que pasemos un verano entero sin modernos las uñas y al volver al trabajo volvamos al hábito. Todos los finales son nuevos principios. Si no funciona una fórmula prueba otra diferente. Si no quieres cambiar el qué, cambia el cómo.

¿Qué hiciste mal la última vez? ¿Dónde estuvo el error? Recuerda la sensación de conseguirlo y empieza de nuevo. En el momento en que tomes la decisión escribe un mensaje positivo para ti, algo que tenga significado y ponlo en un sitio visible. Te ayudará cuando aparezcan las tentaciones.

Sé consciente

Nada más importante para corregir los errores que tomar conciencia de ellos. En el trabajo, en las relaciones de pareja, en la comunicación y en cualquier actividad que queramos mejorar. Combatir la onicofagia es una carrera de fondo. Una buena forma de empezar es mediante los autorregistros anotando los momentos en los que te muerdes las uñas. ¿Dónde estás? ¿Qué estás haciendo?

Registrarlo es una forma de tomar conciencia de aquellas actividades o personas que rodean ese comportamiento. Las horas, los lugares… conduciendo, en los semáforos, al final del día… cada momento es importante porque te dará una idea de los estímulos que tienes más asociados con la acción de comerte las uñas.

“Darse cuenta de lo que hay que hacer, y no hacerlo, es cobardía”. 

-Confuncio-

Mujer escribiendo una carta

Esto prepara el cerebro y le entrena para detectar los momentos de peligro. Primero registra los momentos de morder las uñas. Cuando domines ese punto anota las veces que te llevas las manos a la boca (sin morder). Al final el ejercicio solo consistirá en darte cuenta de cuándo piensas en ello. Son formas de frenar los automatismos.

Un pequeño paso

Pequeños pasos conducen a grandes logros. El gran enemigo de la motivación son los objetivos imposibles. Tal vez tengas un evento o una entrevista de trabajo y para ello decides no morderte las uñas. Es paradójico porque en el momento de mayor ansiedad dejas a un lado tu arma para combatirla. Seguramente en algún momento acabes por olvidarte del objetivo, te muerdas las uñas y aparezca un sentimiento de fracaso e incapacidad.

Esto es demasiada presión para eliminar un hábito como la onicofagia que puede que lleve años en nuestro interior. Seguramente haya personas que lo han dejado a la primera. Siempre existe la persona que habla de su último cigarrillo. Pero… ¿qué hay de aquellos que no funcionan así?

Intentar no ser demasiado duro con uno mismo es un buen aliado cuando la tentación ha doblado la voluntad. Prueba con uno o con dos dedos o márcate un objetivo de fin de semana o periodo vacacional. La suma de objetivos sencillos y más fáciles hará que alcancemos grandes metas. Cada paso cuenta, y al igual que debemos registrar la conducta que queremos cambiar, merece la pena registrar los logros que vamos realizando.

“Los objetivos sólo se alcanzan si mides los progresos”.

– Guy Kawasaki –

Prepárate para la tentación

Evitar la tentación es el siguiente paso después de conocer las situaciones, personas u horas del día donde aparece la onicofagia. Sin embargo no podemos escapar o evitar constantemente. Una de las estrategias es recurrir a nuestra mente para afrontarlo. Anticipar la situación y el cómo salir de ella sin morderse las uñas es visualizar un momento de éxito donde poder salir reforzado. Busca pensamientos alternativos a los que acudir y mensajes positivos en los que apoyarte. Otro recurso es el entrenamiento del cuerpo en respiración y relajación para combatir las situaciones que provocan nervios.

“Quien evita la tentación evita el pecado”. 

-Ignacio de Loyola-

Así como se puede entrenar el cuerpo y la mente, también podemos aprender a “sujetar” el comportamiento. Una serie de ejercicios prácticos son llevarse la mano a la boca y dejarla a 5 cm. aguantando las sensaciones o morderse un dedo y aguantar 20 segundos. Si se hace de una forma consciente y como entrenamiento poco a poco nos acostumbraremos a ello y será más fácil identificar las sensaciones que preceden al acto que queremos evitar, mordernos las uñas.

Busca alternativas (para la boca y para las manos)

Todos los que han luchado contra un mal hábito (más o menos inofensivo) saben lo difícil que es. Muchas veces una cierta incomprensión por parte de las personas que rodean a la que intenta dejar este hábito, pudiendo recibir incluso comentarios que aludan a su debilidad mental.

A veces la visualización, voluntad o mentalización no basta. Entonces, encontrar alternativas puede ser una solución. No olvidemos que a cada persona le servirá una y otra opción. Lo importante es recordar que podemos actuar en dos focos: la boca y las manos.

Mujer con chicle

Ante la necesidad de tener algo en la boca para aplacar los nervios, la inquietud o el aburrimiento podemos recurrir a mascar chicle, jengibre o chupar regaliz, caramelos, etc.. Tener algo en la boca retira esa necesidad de ocupar ese espacio. Otro punto donde podemos actuar son los dedos.

Lavarse las manos, usar guantes, esmaltes, ponerse alguna tirita o incluso láminas invisibles evitará la acción. Por lo menos puede servir de recordatorio directo del objetivo marcado. Por otra parte puedes llevar encima otro tipo de distracciones para tocar como por ejemplo, un llavero, una pelota pequeña, un bolígrafo, etc. Algo con lo que poder jugar y tener las manos entretenidas.

Si buscas, encontrarás

Es una tentación…. Hay un momento en el que las uñas comienzan a crecer y es lógico que la sensación sea extraña. Involuntariamente nos tocamos los dedos, nos los miramos o acariciamos el filo de las uñas. Otra costumbre es pasar la yema por los dedos o buscar rozar las uñas con la ropa. Evitar estos gestos será fundamental. En el momento en el que hayamos entrenado la atención para tomar consciencia de que lo hacemos, nos resultará fácil evitar caer en la tentación.

Cuando exista alguna irregularidad o rozadura en la uña, un sencillo truco será llevar una lima pequeña encima. Con ello evitaremos recurrir a los dientes para superar eso que no toleramos, los picos en las uñas. Si en momento dado nos encontramos realizando este tipo de actividades “recoge” las manos. Es decir, cierra los puños si estas de pie, busca a alguien e inicia una conversación o incluso métete las manos en los bolsillo o ponlas debajo de los muslos si estas sentado.

Si lo estás haciendo bien, reconócetelo

En este punto hay que señalar lo mucho que nos cuesta reconocernos méritos a nosotros mismos. Muchas veces, por la educación recibida o por miedo a dar una imagen distinta a la que queremos proyectar, dejamos de valorar los pequeños logros que alcanzamos. Este enfrentamiento perjudica la construcción de la autoimagen. Si hemos llegado a una meta hay que premiarse: por ello no vamos a ser menos humildes ni a creernos más que nadie.

Aunque para las personas que nos rodean sean acciones menores, si nos hemos fijado un meta y la hemos conseguido, será positivo potenciar la satisfacción propia que emana del logro. Plantearnos pequeñas recompensas si hemos conseguido, por ejemplo, estar una semana sin mordernos las uñas. Aun así, buscar la complicidad con el entorno puede ayudarnos en el proceso. Si lo entienden y empatizan serán un apoyo fundamental.

Por otra parte, si el problema se considera de salud al punto de sangrados, deformación de dedos o está asociado con un trastorno obsesivo – compulsivo, depresivo o ansiedad, será fundamental asistir a un equipo médico para la asesoría, control y seguimiento del hábito y todas las consecuencias que lleve consigo.

RECUPERADO DE: https://lamenteesmaravillosa.com/onicofagia-8-tips-dejar-morder-las-unas/