Lo que dice la neurociencia sobre la procrastinación. POR: GEMA SANCHEZ

En los últimos 10 años se ha avanzado de manera muy notable en el estudio del cerebro. El momento actual se cataloga como uno de los más emocionantes en la historia de las neurociencias. Estas han comenzado a escudriñar temas que hasta ahora no entraban en su órbita, como la procrastinación.

¿Qué nos dice la neurociencia sobre la procrastinación? Ha surgido un importante caudal de datos que permiten explicar los procesos llevados a cabo en el cerebro y que, aparentemente, determinan el hecho de procrastinar. Aunque, como es sabido, las conductas no solo pueden explicarse a partir de procesos fisiológicos, lo cierto es que estos también influyen en ellas.

La procrastinación no es una conducta habitual en todas las personas. Quizás todo el mundo ha incurrido en esas postergaciones indefinidas alguna vez, pero lo cierto es que en algunas personas se trata de una conducta crónica. Tienen enormes dificultades para terminar lo que comenzaron. En ellas se ha centrado la investigación al respecto.

La neurociencia, en otras palabras, nos da permiso para darnos un descanso cuando nos encontramos verdaderamente atascados, y es el descanso el que nos ayuda a obtener la solución”.

-Barbara Oakley-

La procrastinación

La procrastinación pone nombre a esas situaciones en las que se posterga una actividad o situación que debe atenderse. Lo frecuente es que se busque sustituir esa actividad o situación por otra que sea más agradable y, por lo general, más irrelevante. De este modo, no se atiende ni se concluye algo que es importante y se le deja “para después”. Ese “después” nunca llega.

Todo ello lleva a que quien procrastina empiece muchas cosas y no las concluya. Hay un punto en que le resulta muy desagradable, o incluso intolerable, empezar o continuar con lo que tiene que hacer y busca la manera de “ganar tiempo”.

Un ejemplo típico de la procrastinación sería: una persona debe organizar un archivo que requiere para su trabajo. Sin embargo, es una tarea que no le apetece nada. Además, entiende que le va a llevar tiempo y quizás a corto plazo la vea como poco rentable -hoy tarda menos en encontrar un documento que lo que puede tardar en ordenar su archivo-. Sabe que a la larga, ganará tiempo, pero nunca encuentra el momento… Se dice a sí misma que ya lo hará cuando tenga un rato, pero la realidad es que nunca lo tiene.

Mujer descansando

Las neurociencias y la procrastinación

La doctora Barbara Oakley, profesora de la Universidad de Oakland, ha recogido información acerca de lo que dicen las neurociencias sobre la procrastinación. En principio, señala que las investigaciones sobre el tema apuntaron a que los procrastinadores crónicos tenían dificultades en las regiones neuronales asociadas al autocontrol y la regulación emocional.

Ajustar el funcionamiento de esas zonas es posible. El problema es que para hacerlo se requiere un ejercicio de autocontrol, lo que nos lleva a un círculo vicioso. Sin embargo, esto no es todo lo que las neurociencias dicen frente al tema.

Otras investigaciones al respecto señalan que los procrastinadores tienen problemas para reparar su estado de ánimo a corto plazo. Sienten malestar y no lo solucionan de forma inmediata. Así mismo, hay una especie de separación entre la percepción del yo presente y el yo futuro.

Dicho de una forma más sencilla, la procrastinación es una forma de afrontamiento que apuesta por los beneficios que se obtienen de manera inmediata.

Cerebro con mecanismos

El dolor y la procrastinación

Una hipótesis más interesante señala que algunas personas llegan a sentir “dolor” en el cerebro al hacer alguna actividad que les resulta desagradable. En esos casos, se activa un mecanismo llamado “red neuronal por defecto” para aliviar esa sensación. Esta red se activa cuando una persona está atascada frente a algún problema al que no le ve solución.

Según esta tesis, las personas resuelven problemas gracias a rutas neuronales previamente marcadas. Es decir, se soluciona la dificultad con el aprendizaje previo. Cuando una persona se atasca es porque no cuenta con referentes. Es allí cuando se activa la red neuronal por defecto y la mente comienza a divagar.

A partir de esto, se concluye que lo peor que una persona puede hacer es insistir en superar ese bloqueo. Lo indicado es alejarse del foco de la dificultad, en otras palabras, descansar. Esto ayuda a que se active un foco difuso y el cerebro comience a elaborar una nueva ruta de acción.

Así pues, la procrastinación se evita haciendo algo tan simple como descansar. Si una persona lleva a cabo una actividad que le resulta desagradable, o frente a la cual está bloqueada, lo mejor es que haga pausas cada vez que sienta la necesidad de hacerlo. De este modo, es probable que pueda empezar o terminar esa tarea que le apetece tan poco.

RECUPERADO DE: https://lamenteesmaravillosa.com/neurociencia-procrastinacion/

El abandono es la herida que más perdura. POR: VALERIA SABATER

El abandono de nuestra pareja, de nuestros padres en la infancia o incluso de la propia sociedad, genera una herida que no se ve, pero que uno siente latir cada día. Porque es una raíz arrancada, un vínculo roto por donde antes se nutrían nuestras emociones y nuestra seguridad.

Ahora bien, hay un aspecto que debemos tener en cuenta: el abandono no solo se produce por una ausencia física. El abandono más común es aquel donde deja de existir una autenticidad emocional, ahí donde aparece el desinterés, la apatía y la frialdad. La percepción de este vacío no tiene edad, es algo que todo niño va a percibir y que por supuesto, llega a devastar a cualquier adulto.

Suele decirse que para entender lo que supone ser abandonado, “uno tiene que ser abandonado”. No obstante, eso algo que nadie merece, porque con cada ausencia perdemos una parte de nosotros mismos, y ninguna persona debe padecer dicho sufrimiento.

Las implicaciones psicológicas que se derivan de una vivencia temprana asociada al abandono suelen ser por lo general, bastante graves. Aunque cada niño afronta los hechos de un modo, es común que quede la huella de un trauma, y los traumas, no los cura el tiempo, sino un adecuado afrontamiento. Una batalla íntima y personal que muchas personas están viviendo en estos mismos momentos…

barco abandonado

El abandono: barcos a la deriva cargados de ausencias

El sentimiento de abandono puede darse de muchas formas. Nos trasformamos en barcos a la deriva cuando por ejemplo, perdemos nuestro empleo y no encontramos forma de reintegrarnos al mercado laboral. Quedamos varados, como perdido queda ese niño que a una edad temprana es abandonado por su madre, o como ese hombre que un día al llegar a casa, descubre una casa vacía y la ausencia de la mujer que amaba.

Existe una interesante página llamada “Abandonment.net” donde todo aquel que lo necesite puede exponer su experiencia personal relacionada con el abandono. A muchos les resulta terapéutico poder compartir dichas vivencias, pero en la mayoría de estos testimonios se percibe por encima de todo un trauma acaecido en edades muy tempranas: la muerte del padre o la madre, el tener un progenitor alcohólico o el haber crecido prácticamente en soledad…

El hecho de sufrir algún tipo de abandono en la infancia es algo determinante. Tanto, que los expertos comentan que es como un segundo nacimiento. Si el primero fue doloroso pero esperanzador, el segundo supone tener que “renacer” en mundo donde no nos sentimos amados, donde hemos de aprender a valernos por nosotros mismos sufriendo la ruptura de ese cordón umbilical que nos unía a un corazón, a unas emociones, a unas necesidades que debían ser satisfechas….Te podría interesar…El mejor regalo para los niños se llama TIEMPOTiempo, ese es el nombre del mejor regalo para los niños. No lo venden en jugueterías ni tampoco por internet. Solo se encuentra en nosotros…

imagen niña en blanco y negro sufriendo el abandono

Consecuencias asociadas al abandono emocional

A la hora de hablar de consecuencias asociadas a una dimensión psicológica traumática, es importante tener en cuenta que existe mucha variabilidad. No todas las personas asumen y expresan el dolor de la misma forma. No obstante, podríamos resumirlo del siguiente modo.

  • Sufrir el abandono en la infancia supone muchas veces tener serias dificultades a la hora establecer relaciones estables en la edad adulta. Es común desconfiar, sentirse vulnerable, pasar por épocas de cierta apatía, ahí donde resulta muy complicado gestionar emociones como la rabia o la tristeza.
  • Cuando una persona sufre el abandono de la pareja o, por qué no, el de la propia sociedad, puede llegar incluso a “sabotearse a sí mismo” pensando, por ejemplo, que no merece ser feliz o amado, que no tiene aptitudes, que ya no merece la pena luchar por sus propios sueños porque ya no hay nada que hacer.
  • Aparecen también problemas de codependencia, necesitan aprobación y reconocimiento y, a su vez, llegan a dar demasiado de ellos mismos a los demás sintiendo que más tarde, lo recibido no es igual a lo invertido.
  • A su vez, es común sufrir ciertas “reminiscencias emocionales”. En ocasiones, algo o alguien reactiva sus sentimientos de abandono y todo su mundo se paraliza de nuevo.

Todo ello son huellas de un grave de estrés postraumático que debe gestionarse.

hombre con la mano en el pecho sufriendo el abandono

Cómo sanar la herida del abandono

La herida del abandono debe curarse prestando una especial atención a la autoestima y, por encima de todo, siendo capaces de perdonar, de liberarnos de ese pasado como quien corta el hilo de un globo muy oscuro y lo deja ir. Aunque obviamente, ese es un paso muy difícil de llevar a cabo.

  • La terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR), por ejemplo, suele ser muy útil para detectar y transformar recuerdos traumáticos de infancia. Permite a la persona liberar la mente, el cuerpo y abrir su corazón para ofrecerle un adecuado alivio emocional.
  • A su vez, los expertos en experiencias traumáticas sugieren la importancia aprender a comunicar necesidades emocionales. Mediante las palabras, las personas heridas podrán conectar con las personas de su entorno que les pueden ayudar y apoyaran, estableciendo de esta manera relaciones más seguras.
Manos extendidas sobre unas flores

Algo tan esencial como aprender a cuidar de nosotros mismos, de priorizarnos cada día para desconectarnos poco a poco de la ira y del resentimiento, nos permitirá dejar de ser cautivos de las heridas del ayer. La memoria no puede borrar las tristezas del pasado, pero puede darles calma y sosiego como quien ve un río discurrir. Todo pasa, y aunque las piedras más frías y oscuras permanezcan en el fondo, el agua discurre clara y pura sobre ellas. Podemos empezar de nuevo…

Si estás vivo abandona la pelea con los muertos. POR: GEMA SANCHEZ

Cualquier lectura de esta sentencia,  puede dar lugar a multitud de interpretaciones, pero sospecho que podría venir muy bien  como lección para entender lo que se debe o no se debe hacer en determinadas situaciones.

Evidentemente, pensemos que  en sentido literal no hace falta estar muerto, o ser un cadáver. Todos sabemos que muchas personas que nos rodean a diario y como resultado de la perdida de energía, ilusiones, alegría, entusiasmo, etc., parecen difuntos con piernas. 

Todos, absolutamente todos, tenemos derecho a librar batallas con nuestros momentos de derrota y de tristeza, pero debemos de intentar salir de esa guerra. La misma claridad debemos de tener para saber que las depresiones y frustraciones por hechos o situaciones desesperadas tarde o temprano se convertirán en pasajeras.

Sin embargo, algunas personas a pesar de ofrecerles ayuda, no llegan a salir nunca del estado de debilidad y  postración al que  están acostumbrados, sino que pretenden que  les acompañemos  en su drama y se disgustan si no participas  o te solidarizas con su desconsuelo.

Debemos de utilizar todos los medios posibles, para ayudarles y convencerles de que abandonar esa actitud derrotista y lastimosa es lo más beneficioso. Pero una vez que hayamos dejado nuestra pelea y esfuerzo en el intento por restarles oscuridad,  si no es posible conseguirlo, entonces: deja de pelear, abandona la lucha, pues será su elección y no la tuya.

RECUPERADO DE: https://lamenteesmaravillosa.com/si-estas-vivo-abandona-la-pelea-con-los-muertos/

Cambios en la conectividad cerebral podrían relacionarse con el deterioro cognitivo autoinformado. POR: Alejandra Alonso

Se exploró la trayectoria de parejas no casadas durante 4 años y se observó que las personas que pasaban más tiempo pensando en parejas alternativas eran más propensas a engañar a sus parejas o romper la relación.

Se postula que las relaciones románticas se definen por una falta de interés en otras parejas. Entendiéndola de esta manera, la práctica de contemplar la posibilidad de parejas alternativas (a lacual se le llama monitoreo de alternativas románticas) ha sido vinculado con relaciones de pobre calidad. Adicionalmente, la infidelidad afecta profundamente a las relaciones, resultando muchas veces en su fin.

El equipo de investigación notó una falta de investigación sobre fidelidad y monitoreo alternativo. Ambas variables probablemente se influyen mutuamente. La infidelidad, a su vez, probablemente abre la puerta a considerar a otras posibles parejas y esto hace consciente la posibilidad de engañar. Es por eso que el equipo de investigadores se planteó explorar estas variables en un estudio longitudinal. 

¿Cómo se realizó el estudio?

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Se analizaron datos de un estudio previo sobre relaciones, enfocándose solo en los participantes que no estaban casados, en relaciones heterosexuales y entre las edades de 18 y 34 años (507 mujeres y 272 hombres). El estudio incluyó 8 olas de recolección de datos durante 4 años. Los momentos de recolección eran cada 4 o 6 meses, los participantes reportaban el punto hasta el que estaban considerando parejas alternativas.

Al final del estudio, se dividió a los participantes en 3 grupos:

  1. Los que se quedaron con sus parejas durante el tiempo que se mantuvo el estudio y no fueron infieles.
  2. Los que fueron infieles.
  3. Aquellos que experimentaron una ruptura con su pareja, pero no cometieron infidelidad.

¿Qué resultados encontraron?

Se observó que aquellos que rompían con sus parejas en algún punto (sin infidelidad) pensaban más en otras opciones de pareja que aquellos que se quedaban con su pareja (sin infidelidad).

Aquellos que fueron infieles en algún punto también pensaban más en otras opciones de pareja comparados con aquellos que se quedaron con sus parejas y no reportaron infidelidad. Es más, aquellos que sí engañaron a sus parejas, reportaron un aumento en el monitoreo alternativo llevándolos a la infidelidad, comparados con aquellos que se quedaron con sus parejas y no reportaron infidelidad. Este último grupo, que mostró una trayectoria más estable en su relación, en verdad reportó una ligera disminución en el pensamiento sobre parejas alternativas.

Los científicos notan que ambos cambios en el monitoreo alternativo, así como también el nivel en que una persona se involucra con este monitoreo, se vinculan estrechamente con relaciones de peor calidad. Sin embargo, ellos notan que la incertidumbre en cuanto al compromiso podría tener un rol importante y que futuros estudios deberían incluir esa variable.

Esta información podría ayudar a crear estrategias de intervención para parejas que están viviendo desafíos, por ejemplo al incluir estrategias para lidiar con la atracción a otras personas.

Referencia del estudio:Ritchie, L., Stanley, S., Rhoades, G. & Markman, H. (2020), Romantic Alternative Monitoring Increases Ahead of Infidelity and Break-up, Journal of Social and Personal Relationshipshttps://doi.org/10.1177/0265407520968633

Fuente: Psypost

RECUPERADO POR: https://www.psyciencia.com/cambios-en-la-conectividad-cerebral-podrian-relacionarse-con-el-deterioro-cognitivo-autoinformado/

¿Los trabajos por turnos son malos para nuestra salud? Nahum Montagud Rubio

De noche, nuestro cuerpo pide descanso, y de día quiere estar activado. Esta es una máxima de la cronobiología, la ciencia que estudia los horarios biológicos a los que nuestro organismo está sometido, pero el modo de vida impulsado por nuestras sociedades basadas en la división del trabajo parece que, en ocasiones, no tienen en cuenta este fenómeno.

Ahora bien… ¿hasta qué punto es un problema “forzar” nuestro reloj biológico debido a las exigencias de nuestro puesto de trabajo?

Son muchos los empleos en los que existen los turnos de noche, como en el sector sanitario y el de la seguridad. Tener que estar despierto de noche y dormir de día puede suponer mucho estrés metabólico en caso de que no se gestione bien y, como resultado de ello, pueden haber alteraciones en nuestra salud.

Hoy vamos a ver cómo afectan los trabajos por turnos a nuestra salud y veremos qué se puede hacer para paliar los efectos de los horarios laborales nocturnos.

¿Qué pasa cuando forzamos el reloj biológico?

Normalmente, durante las horas de mayor luz solar, nuestro organismo está preparado para mantenerse activo; esto es así porque existen una serie de mecanismos neuroendocrinos que nos predisponen a acercarnos más o menos a un “estado de alerta” y a tener mayor capacidad de concentración en tareas concretas.

Así, durante el día, nuestro sistema nervioso y nuestra red de glándulas segregadoras de hormonas se coordinan para que nuestro estado psicológico nos permita, en la medida de lo posible, aprovechar el potencial de un entorno bañado por la luz solar, en el que hay muchas cosas por hacer.

Esto cambia cuando llega la noche, momento en el que se prepara para descansar. Nuestro ciclo sueño-vigilia viene fuertemente determinado por las horas de sol, siendo la luz del astro rey la que regula la producción de melatonina, una hormona encargada de la propia regulación del sueño y que nos induce a dormir cuando cae la noche.

Sin embargo, suele suceder que en ciertos entornos laborales como es el sanitario no siempre se puede ir uno a dormir cuando es de noche. Especialmente duro es el mundo de los médicos y enfermeras, donde las urgencias no descansan y, por lo tanto, tampoco se lo pueden permitir los sanitarios. Siempre tiene que haber gente que pueda atender a los pacientes y, por ello, en el sector sanitario existen diferentes turnos, siendo el peor de ellos el de noche puesto que se fuerza al organismo a hacer justo lo contrario a lo que debería, trabajar cuando toca dormir.

Pero, en general, las exigencias de un mundo cada vez más orientado hacia la economía global y hacia la especialización de tareas hacen que muchos puestos de trabajo vayan de la mano de la necesidad de adaptarse a turnos, algunos de los cuales tienen lugar en plena madrugada.

Los trabajos por turnos afectan al bienestar

Posibles consecuencias físicas y mentales de trabajar por turnos

Nuestro cuerpo es una máquina biológica que, cuando es forzada, empieza a manifestar alteraciones a causa del estrés metabólico al que lo sometemos, sobre todo porque descansamos y comemos a horas que no se esperaba. Esto desgasta especialmente en caso de que seamos de los que cambia de turno laboral cada dos por tres, puesto que hacemos que nuestro organismo tenga que poner en hora el reloj biológico constantemente.

Todo ello trae consigo varias alteraciones, entre las cuales podemos destacar:

  • Estado de ánimo: irritabilidad, mal humor, depresión, ansiedad…
  • Problemas de concentración.
  • Problemas de sueño: dificultades para conciliar el sueño de día.
  • Desgana: falta de motivación, más pereza, anhedonia…
  • Problemas de conducta alimentaria: comer a deshoras, más, menos, obesidad…
  • Envejecimiento precoz: piel dañada, caída del pelo, arrugas…

Es de especial mención el síndrome de Burnout (o Síndrome del Quemado), alteración psíquica que manifiestan muchos trabajadores agotados física y psicológicamente por su empleo, algo que quienes tienen constantes cambios de turnos laborales tienen todas las papeletas de padecer. Debido a que están agotados en todos los aspectos de su vida, los trabajadores quemados son más propensos a cometer errores, sobre todo de noche que ya de por sí se tiene un menor rendimiento y peores concentración y reflejos.

A largo plazo, los turnos nocturnos largos traen consigo mayores repercusiones. De acuerdo con una investigación llevada a cabo por la doctora Eva Schernhammer y colegas con 75.000 enfermeras y llevado a cabo durante 22 años, parece ser que los trabajadores a turnos, durante más de 5 años, tenían entre un 10% y 19% más de probabilidades de morir por cualquier cosa, variando según la enfermedad. Lo que vino a decir esta investigación es que había un riesgo significativamente aumentado de fallecer por enfermedades como cardiopatías, cáncer, obesidad y cualquier otra condición médica en este tipo de población.

¿Qué se puede hacer para evitar estos efectos?

Las medidas a tomar para evitar que los trabajos por turnos afecten a nuestra salud dependen del tipo de turnos nocturnos y la frecuencia con la que los hagamos. Cabe decir que lo preferible es que los turnos nocturnos sean cortos y tenerlos solamente un día a la semana.

En estos casos lo mejor que se puede hacer es seguir adaptado al ritmo de vida diurno, evitando que, nada más al acabar el turno nocturno, ir directamente a dormir. Es mejor aguantar un poco y mantenerse despierto hasta que caiga la noche, yéndose a dormir a primera hora de la noche y así manteniendo mejor los biorritmos.

En caso de tener siempre el turno de noche (por ejemplo, guardia nocturno) lo mejor es tratar de mantener ese horario incluso en los posibles días de fiesta. Lo suyo es intentar hacer que tres o cuatro horas de sueño coincidan con las que solemos hacer el resto de la semana, a fin de poder descansar y no notar tanto cansancio las horas del día que vayamos a estar despiertos. Así se puede conseguir cierto equilibrio entre la vida personal y la laboral, aunque cabe decir que trabajando todos los días de noche es difícil.

La peor de las opciones es tener dos turnos de día, dos de tarde y dos de noche. En este caso se vive una situación laboral a medio camino entre el día y la noche, siendo muy complicado. Aún así, hay que intentar vivir con el horario diurno lo máximo posible. En caso de disponerse de dos noches seguidas, debemos tratar de irnos a dormir por la mañana, al acabar el primer turno nocturno, o sino empezaremos muy cansados el siguiente turno nocturno. Para descansar será necesario habilitar un espacio en el que estemos bien aislados del sol, con las persianas bajadas o usando un antifaz.

Sea cual sea nuestro caso, cabe mencionar la importancia del ejercicio, un gran estabilizador del ritmo biológico y que de tan eficaz que es se llega a recomendar para los casos de jet lag. Si nos movemos mientras hacemos el turno nocturno conseguiremos mantenernos despiertos y no perder la concentración, teniendo un efecto más activador que las bebidas cafeinadas.

También debemos vigilar nuestra alimentación, puesto que mantener una dieta saludable no solo es un factor de protección frente a los problemas de salud mental y física, sino también nos ayudará a gestionar mejor los efectos de los turnos de noche. Un ejemplo de ello son los alimentos con tirosina, un aminoácido presente en el queso, el jamón, los huevos y el pan integral y que contribuye a fabricar dos importantes neurotransmisores para mantenernos despiertos: la dopamina y la noradrenalina.

Otros alimentos ideales para regular nuestro sueño, especialmente para conciliarlo, son aquellos que contienen triptófano. Este es un aminoácido que ayuda a producir serotonina y melatonina, los neurotransmisores que nos preparan para el sueño y que nuestro cuerpo segrega de forma natural al atardecer. Algunos alimentos que contienen triptófano son frutas como el plátano, los frutos secos, el pollo, el pavo, el pescado y las verduras de hoja.

Por otro lado, es muy importante modificar lo menos posible nuestros horarios de comida. De este modo minimizaremos el impacto que el trabajo con horarios por turnos tendrá en nuestros procesos fisiológicos y psicofísicos. Puede serte útil tener preparada comida para casos en los que no te dé tiempo a cocinar respetando tu horario, aunque lo ideal es que los alimentos sean lo más frescos dentro de lo posible.

RECUPERADO DE: https://psicologiaymente.com/organizaciones/trabajos-turnos-malos-salud

Necesitamos adaptarnos a la vida sin distanciamiento social. POR: Maria Fernanda Alonso

Las medidas de distanciamiento social demostraron ser esenciales para frenar la propagación de la COVID-19 en todo el mundo, previniendo más de 500 millones de casos. No obstante, con el progreso de la vacunación y sus resultados favorables, muchos países han optado por levantar las medidas más restrictivas de distanciamiento social permitiendo, por ejemplo, reuniones sociales con ciertas condiciones. Pero el hecho de que ahora podamos reunirnos no significa que nuestros cerebros estén especialmente ansiosos por dejar a un lado el ambiente acogedor que armamos para explorar hasta la última serie de Netflix, con el fin de resurgir a la vida social anterior.

Una encuesta nacional realizada en EE.UU. encontró que el 36% de los adultos (incluyendo el 61% de los adultos jóvenes) informaron que se sintieron “seriamente solitarios” durante la pandemia. Podríamos pensar, entonces, que las personas estarían ansiosas por volver a las reuniones sociales; sin embargo casi la mitad de los estadounidenses informaron sentirse incómodos por volver a la interacción en persona, independientemente del avance de la vacunación.

¿Cómo se entiende esto? Los científicos explican que el cerebro es extraordinariamente adaptable, por lo que tanto el aislamiento social como la resocialización pueden afectarlo.

¿Qué nos enseñan las neurociencias sobre la necesidad de socializar?

Los seres humanos tenemos una necesidad evolutivamente cableada de socializar. En el reino animal mantener las redes sociales es fundamental para la supervivencia, ya sea que hablemos de insectos o primates. Los grupos sociales brindan perspectivas de apareamiento, caza cooperativa y protección contra los depredadores.

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Pero la homeostasis social (el equilibrio adecuado de conexiones sociales) debe ser logrado, y para alcanzar esos beneficios son necesarias grandes redes sociales que aumentan la competencia por recursos y compañeros (Matthews & Tye, 2019). Debido a esto, los cerebros humanos desarrollaron circuitos especializados para medir las relaciones y hacer los ajustes correctos, al igual que un termostato social.

La homeostasis social involucra muchas regiones del cerebro (Lee et al., 2021), y en el centro está el circuito mesocorticolímbico o “sistema de recompensa” (Berridge & Kringelbach, 2015), el circuito que te motiva a comer chocolate cuando estás antojado de algo dulce. Del mismo modo, la reducción de la interacción social provoca antojos sociales, lo que produce patrones de actividad cerebral similares a la privación de alimentos (Tomova et al., 2020).

¿Qué pasa con nuestros cerebros durante el aislamiento social?

Como no es posible aislar personas y examinar sus cerebros, los científicos se sirven de estudios con animales de laboratorio para aprender más sobre el cableado social del cerebro. Debido a que los lazos sociales son esenciales en el reino animal, estos mismos circuitos cerebrales se encuentran en todas las especies (Matthews & Tye, 2019).

  • Un efecto destacado del aislamiento social es el aumento de la ansiedad y el estrés. Separar a los animales de sus compañeros de jaula aumenta el cortisol (la principal hormona del estrés) y los comportamientos similares a la ansiedad (Hawkley et al., 2012). Los estudios en humanos también apoyan esto, ya que las personas con círculos sociales pequeños tienen niveles más altos de cortisol y otros síntomas relacionados con la ansiedad similares a los animales de laboratorio socialmente desfavorecidos (Campagne, 2019). 

Evolutivamente, este efecto tiene sentido: los animales que pierden la protección del grupo deben volverse hipervigilantes para valerse por sí mismos (J. T. Cacioppo et al., 2006). Y no solo ocurre en la naturaleza. Un estudio encontró que las personas que se describen a sí mismas como “solitarias” están más atentas a las amenazas sociales como el rechazo o la exclusión (S. Cacioppo et al., 2016).

  • Otra región importante para la homeostasis social es el hipocampo, el centro de aprendizaje y memoria del cerebro (Lee et al., 2021). Los círculos sociales exitosos requieren que aprendas comportamientos sociales, como el desinterés y la cooperación (Phillips, 2018), y que distingas a los amigos de los enemigos. 

Varios estudios en animales muestran que incluso el aislamiento temporal de la edad adulta afecta tanto la memoria social (como reconocer un rostro familiar) como la memoria de trabajo (como recordar una receta mientras se cocina) (Almeida-Santos et al., 2019; Zorzo et al., 2019).

Un seguimiento a expedicionarios antárticos encontró que habían encogido el hipocampo después de solo 14 meses de aislamiento social (Stahn et al., 2019). De manera similar, los adultos con círculos sociales pequeños tienen más probabilidades de desarrollar pérdida de memoria y deterioro cognitivo más adelante en la vida (Evans et al., 2019).

Por más que tu cerebro se adapte al aislamiento, lo mismo puede ocurrir con la reconexión social

La resocialización podría revertir los efectos de la ansiedad y el estrés asociados al aislamiento, sugieren que la resocialización repara estos efectos (Mumtaz et al., 2018).

Un estudio encontró que los titíes anteriormente aislados primero tenían niveles más altos de estrés y cortisol cuando se resocializaban, pero luego se recuperaban rápidamente (Smith et al., 2011). También hallaron que los animales que alguna vez estuvieron aislados pasaron más tiempo aseando a sus nuevos amigos.

La memoria social y la función cognitiva también parecen ser muy adaptables.

Los estudios con ratones (Liu et al., 2018) y ratas informan que, si bien los animales no pueden reconocer a un amigo inmediatamente después de un aislamiento a corto plazo, recuperan rápidamente la memoria después de la resocialización.

Por otra parte, un estudio escocés reciente encontró que los residentes tenían cierto deterioro cognitivo durante las semanas más duras de encierro debido a la pandemia, pero se recuperaron rápidamente una vez que se aliviaron las restricciones (Ingram et al., 2021).

Aún son necesarias más investigaciones en estas áreas, pero mientras tanto podés aprovechar esos pequeños momentos sociales en el ascensor (aunque resulten incómodos), para recordar el camino hacia el restablecimiento de tu homeostasis social.

Referencias bibliográficas:

  • Almeida-Santos, A. F., Carvalho, V. R., Jaimes, L. F., de Castro, C. M., Pinto, H. P., Oliveira, T. P. D., Vieira, L. B., Moraes, M. F. D., & Pereira, G. S. (2019). Social isolation impairs the persistence of social recognition memory by disturbing the glutamatergic tonus and the olfactory bulb-dorsal hippocampus coupling. Scientific Reports9(1), 473. https://doi.org/10.1038/s41598-018-36871-6
  • Berridge, K. C., & Kringelbach, M. L. (2015). Pleasure Systems in the Brain. En Neuron (Vol. 86, Número 3, pp. 646-664). https://doi.org/10.1016/j.neuron.2015.02.018
  • Cacioppo, J. T., Hawkley, L. C., Ernst, J. M., Burleson, M., Berntson, G. G., Nouriani, B., & Spiegel, D. (2006). Loneliness within a nomological net: An evolutionary perspective. En Journal of Research in Personality (Vol. 40, Número 6, pp. 1054-1085). https://doi.org/10.1016/j.jrp.2005.11.007
  • Cacioppo, S., Bangee, M., Balogh, S., Cardenas-Iniguez, C., Qualter, P., & Cacioppo, J. T. (2016). Loneliness and implicit attention to social threat: A high-performance electrical neuroimaging study. Cognitive Neuroscience7(1-4), 138-159. https://doi.org/10.1080/17588928.2015.1070136
  • Campagne, D. M. (2019). Stress and perceived social isolation (loneliness). En Archives of Gerontology and Geriatrics (Vol. 82, pp. 192-199). https://doi.org/10.1016/j.archger.2019.02.007
  • Evans, I. E. M., Martyr, A., Collins, R., Brayne, C., & Clare, L. (2019). Social Isolation and Cognitive Function in Later Life: A Systematic Review and Meta-Analysis. Journal of Alzheimer’s Disease: JAD70(s1), S119-S144. https://doi.org/10.3233/JAD-180501
  • Hawkley, L. C., Cole, S. W., Capitanio, J. P., Norman, G. J., & Cacioppo, J. T. (2012). Effects of social isolation on glucocorticoid regulation in social mammals. Hormones and Behavior62(3), 314-323. https://doi.org/10.1016/j.yhbeh.2012.05.011
  • Ingram, J., Hand, C. J., & Maciejewski, G. (2021). Social isolation during COVID-19 lockdown impairs cognitive function. Applied Cognitive Psychology. https://doi.org/10.1002/acp.3821
  • Lee, C. R., Chen, A., & Tye, K. M. (2021). The neural circuitry of social homeostasis: Consequences of acute versus chronic social isolation. Cell184(10), 2794-2795. https://doi.org/10.1016/j.cell.2021.04.044
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Fuente: The Conversation

RECUPERADO DE: https://www.psyciencia.com/neurociencias-adaptarse-vida-sin-distanciamiento-social/