La psicología que rodea los buenos hábitos: por qué cuesta tanto llevarlos a cabo. Por: E. ZAMORANO

Como todos los años, llega la época de los buenos propósitos. ¿Dónde está el problema para que tanta gente de nuevo no los cumpla y regrese a lo mismo de siempre?

11/01/2022 – 05:00

Dejar de fumar, adelgazar, ahorrar, comer más sano, hacer ejercicio, aprender un nuevo idioma… Todos los años, por estas fechas, se repiten los típicos mantras mentales que apuntan a mejorar nuestra vida a partir del cambio de hábitos. Año nuevo, vida nueva; como si enero fuera el mes en el que nos mostramos decididos a emprender cambios en la buena dirección y a medida que va a avanzando el año fuéramos descarrilándonos en nuestros proyectos. Después de los excesos navideños, es normal que queramos echar el freno y centrarnos en lo que nos parece importante. Pero más allá de eso, contamos con que enero es uno de los meses más duros del año, no solo por la vuelta a la rutina, sino por los factores ambientales (¿quién va a salir a correr con tan bajas temperaturas?) o por lo lejana que queda esa tierra prometida llamada vacaciones

No, no es tan fácil. De ahí que los expertos que aparecen estos días en los medios de comunicación ilustrándonos la senda hacia los buenos hábitos aconsejen marcarse metas realistas y métodos no demasiado bruscos. A fin de cuentas, el grado de adhesión de una persona a una nueva rutina varía mucho según la actitud y sus circunstancias personales, así como socioeconómicas. Si apenas llegas a fin de mes, por mucho que quieras no te vas a apuntar a un gimnasio, y en el exterior hace demasiado frío como para que todos los días te dé por salir a hacer deporte. En cuanto a la actitud, si estás pasando por una mala racha o te has visto obligado a reducir tus interacciones sociales estas navidades por la sexta ola, es posible que te notes tan fatigado que no te queden fuerzas para implementar estos cambios positivos.

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Excusas hay muchas, pero soluciones solo una: a la hora de dejar de fumar, basta con no volver a comprar tabaco o resistirse a la tentación de prender un nuevo cigarrillo; si lo tuyo es la comida sana, desinstálate todas las ‘apps’ de comida rápida para llevar y hazte amigo íntimo del frutero de abajo; si quieres adelgazar, aléjate del sofá, de los productos hipercalóricos y corre todos los días aunque sea poco; y si quieres perfeccionar un nuevo idioma ya estás contactando con un buen profesor que te enseñe. Las soluciones a nuestros malos hábitos las conocemos todos y son muy sencillas. Lo difícil, obviamente, es cumplirlas.

Dos visiones contrapuestas

En psicología, existen dos corrientes enfrentadas que explican esa ‘palanca’ mental que nos hace abandonar las ropas viejas y adoptar las nuevas, mucho más útiles, vistosas y saludables. La primera, más propia de la segunda mitad del siglo XX e importada de la cultura estadounidense, pone el foco en la actitud y en las decisiones conscientes que tomamos. En este sentido, se relaciona con la ideología neoliberal que considera la libertad, entendida como la capacidad de un individuo de elegir el rumbo de su vida, como la mayor cualidad del ser humano, sin importar sus circunstancias. Tu destino está en tus manos y eres el único que puede cambiarlo. Esto dio pie al florecimiento de campos como la autoayuda. 

“Las personas que tienen un alto grado de autocontrol en su personalidad no necesitan poner tanto el foco en sus conductas”

Sin embargo, en los últimos 20 años, la psicología ha virado su enfoque hacia el autocontrol. Así lo explica la periodista Amanda Mull en un interesante artículo publicado en ‘The Atlantic’ en el que contrapone estas dos teorías enfrentadas. Basándose en los trabajos de Michael Inzlicht, un prestigioso investigador de la Universidad de Toronto, aduce que los patrones de comportamiento que desarrollamos a largo plazo tienen más que ver con la forma en la que gestionamos el autocontrol, más que con la asunción de decisiones propias y conscientes. Así, nuestra capacidad para negar un hábito que consideramos perjudicial pasa por nuestros rasgos de personalidad, adquiridos con el tiempo o influidos también por la genética, y la manera en la que decidimos comportarnos en un momento concreto, es decir, un estado mental.

“El autocontrol que tiene que ver con los rasgos de personalidad varía según la persona y vienen determinados por una combinación de herencia, cultura y entorno”, explica Inzlicht. Y este, según él, pesa más que el otro, el relativo a las decisiones conscientes que tomamos. Por ello, hay gente que parece estar muy predispuesta a adoptar cambios o que ve una línea recta hasta su destino con más facilidad que otras, las cuales solo sufren por el hecho de tener que abandonar o cambiar algo de sí mismos o de sus costumbres a la fuerza. 

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“Las personas que tienen un alto grado de autocontrol de su personalidad no necesitan poner tanto el foco en sus conductas”, recalca el experto. “No se sienten distraídos o desviados de su propósito con tanta frecuencia”. Podríamos deducir que la clave está en conocerse bien a uno mismo antes de tener que implementar un cambio radical en nuestras costumbres o nuestra vida. Y, en el momento en el que identifiquemos cuál es el pensamiento o la emoción detonante que nos conduce a tomar un desvío en ese conjunto de cambios positivos, frenar o dar marcha atrás. 

En este sentido, debemos considerar si estamos predispuestos a realizar ese cambio de verdad o nos va a resultar muy difícil de cumplir, por no decir imposible y, en ese caso, ponernos una meta más sencilla o tomar otro enfoque de la situación. En caso contrario, siempre estaremos tropezando sobre la misma piedra, la que ponemos nosotros mismos, hasta caer en la más pura frustración. Cuando eso sucede, ya no hay nada que hacer, pues no encontraremos fuerzas para enderezarnos, ya que no hay nada tan paralizante como la sensación de fracaso. Y, a su vez, esas malas decisiones que tomamos con anterioridad se convertirán en rutina. 

¿Cómo se interioriza una conducta?

Mull también cita a Wendy Wood, otra eminencia en la psicología que publicó el libro ‘Good Habit, Bad Habit’, cuyas hipótesis entran más en la esfera de que un buen hábito solo se adquiere desarrollando un sentido de rutina en el comportamiento, es decir, que las decisiones conscientes que tomamos hagan mella en nuestra personalidad y forma de ser hasta el punto de interiorizarlas. Según ella, establecer nuevos patrones en el comportamiento a largo plazo es posible “hasta cierto punto” para la mayoría de las personas, y parte de aprender a hacer algo de manera automática sin tener que estar constantemente decidiéndolo. 

No es lo mismo residir en un barrio de clase media-baja hiperpoblado que en una zona residencial a las afueras y al lado del campo

Esta es la postura más clásica a la hora de explicar ese cambio de hábitos a los que parece que nos vemos abocados (como mínimo a pensar en ellos) estos días. Tal vez te dé pereza ir al gimnasio después del trabajo, pero si te mantienes firme en tu decisión durante un par de semanas (la famosa teoría de que para desarrollar un hábito solo necesitas 21 días para interiorizarlo, lo que dura un biorritmo emocional), al final acabarás yendo por pura costumbre, sin darte cuenta ni pensar en lo que estás haciendo.

Sin embargo, como Wood reconoce, existen muchos factores que impiden esa interiorización del hábito. Es cuando entran en juego las circunstancias, como por ejemplo la hora a la que sueles salir de trabajar o el grado de exigencia física o mental que produzca tu jornada laboral. “Si la mitad de tus días laborales terminan cuando el gimnasio está todavía abierto, convertir esa decisión en hábito puede ser mucho más difícil”, esgrime. 

Ante todo no hay que ponerse metas imposibles y forzarse más de lo necesario, ya que la probabilidad de no cumplir nuestros objetivos aumentará 

Del mismo modo, también importa dónde vivas, ya que en muchos casos la ubicación está relacionada con tu nivel de renta. No es lo mismo residir en un barrio de clase media baja hiperpoblado que en una zona residencial a las afueras que prácticamente conecta con el campo que bordea la ciudad. Para estos últimos, llevar una vida saludable basada en una correcta alimentación y ejercicio físico regular, será mucho más plausible que para los otros, que además se ven en la tesitura de no disponer de mucho tiempo libre (trabajo precario o pluriempleo), por lo que no se esforzarán tanto en, por ejemplo, cocinar platos sanos, apostando por opciones más rápidas y menos saludables. 

La forma en la que se adquiere un hábito difiere mucho según el caso, yestá en nuestra mano saber si estamos dispuestos a interiorizarlo o si es de hecho realista. En lo que coinciden todos los expertos es que, dada la mala época para la salud mental que estamos viviendo, con sus ‘fatigas pandémicas‘ y demás, ante todo no hay que ponerse metas imposibles y forzarse más de lo necesario, pues la probabilidad de no cumplir con nuestros objetivos aumentará. Y, con ello, nuestras esperanzas de apuntar a una vida más sana y satisfactoria.

RECUPERADO DE: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2022-01-11/habitos-ano-nuevo-salud-rutina-social-psicologia_3355722/

Suicidio y depresión: una relación que se debe vigilar de cerca. Por: EFE

Este vínculo fatal se da sobre todo entre los grupos más vulnerables, y especialmente en ancianos y adolescentes, y cuando la depresión se cronifica.

“De hecho, los expertos señalan que el 90 % de las personas que cometen suicidio tienen un problema de salud mental, principalmente depresión”.

Así lo afirma Ángel Gil, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Rey Juan Carlos, uno de los múltiples autores del Libro Blanco “Depresión y suicidio 2020. Documento estratégico para la promoción de la Salud Mental”, impulsado por la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP), la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica (SEPB) y la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental (FEPSM), con el apoyo de Janssen. 

Entre el 1 de enero del 2020 y el 30 de junio del 2021 al menos 3.672 personas cometieron suicidio en Colombia, según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística.

Desesperanza y soledad

Luis Fernando López Martínez, psicólogo e investigador de conductas autolesivas y suicidas en entornos digitales, explica a EFEsalud que la palabra clave para entenderlo es la desesperanza.

“Existe una indefensión que lleva al paciente a creer que haga lo que haga no se va a revertir el dolor y sufrimiento que padece. La desesperanza es una característica nuclear de la depresión”.

Cuando no hay un acompañamiento social, cuando estas personas no encuentran lugares cálidos donde poder conversar, exponer su dolor, “se sienten estigmatizadas y desconectadas de la sociedad y sus relaciones, su sentimiento de culpa y desesperanza empieza a anidar en ellas, y deviene en depresión, como patología mental”.

Con el tiempo, explica este psicólogo que es también experto en duelo y prevención de conductas suicidas, empiezan a desarrollar ideación suicida, pero en esta fase no saben donde, como y cuando lo van a hacer. “Piensan en la muerte como una salida a su sufrimiento pero no está elaborada”, añade.

Si no hay un buen acompañamiento clínico y social, la ideación suicida empieza a estructurarse, a pensar cuándo y cómo lo van a hacer, y bajo la creencia de que los que les rodean van a estar mejor sin ellos.

En su pensamiento distorsionado por la depresión llegan también a la conclusión de que nadie les puede ayudar, y que su sufrimiento nunca a va a terminar.

Es por ello que la depresión está muy ligada a la ideación suicida, se presenta como una tormenta perfecta.

El mundo actual y tecnológico aparece como un gran telón de fondo detrás de los pacientes jóvenes, pero también en los mayores.

Los jóvenes, considera el especialista, no están educados en la frustración y la capacidad de adaptación a una época de mucha incertidumbre.

La cultura de la inmediatez y de las redes sociales también incide: la imagen virtual de triunfo y de aparentar cuenta más que una identidad personal sólida que no saben como desarrollar, y es ahí cuando comienzan conductas poco adaptativas, que pueden derivar en trastornos de ansiedad, depresivos y con el tiempo revertir en un cuadro patológico.

En cuanto a la tercera edad, señala López Martínez, existe una cultura del abandono donde los mayores no están arropados, ni bien acompañados.

“Se sienten muy desconectados en un mundo que es muy rápido y tecnológico, que no entienden, no comprenden, con dificultades de acceso. Se sienten desamparados, todo esto sumado a la actual situación de pandemia, y con un gran fondo de soledad“. 

En el citado libro blanco de la psiquiatría se indican los siguientes factores de riesgo, la señales de alerta y los factores que protegen:

Suicidio: factores de riesgo

– El estigma, que conduce a la falta de voluntad para buscar ayuda

– Dificultades para el acceso a tratamiento, sentimientos de desesperanza o aislamiento

– Pérdida (relacional, social, laboral o financiera)

– La soledad y la desesperanza

– Intentos de suicidio previo

– Presencia de una patología de salud mental, dolor crónico y enfermedades (cáncer, diabetes, VIH/SIDA, enfermedad de Parkinson, enfermedad de Alzheimer)

– Consumo nocivo de alcohol y otras sustancias

– Maltrato infantil

– Antecedentes familiares de suicidio

– Factores genéticos y biológicos

– Otros factores que incrementan el riesgo son la letalidad del método empleado (fármacos, armas de fuego, ahorcamiento, etc.), la baja probabilidad de ser descubierto, la existencia de un plan detallado o de una nota de despedida, ausencia de crítica del intento, escasos proyectos de futuro y expresión de deseos de morir.

Señales de alerta verbales

Comentarios o verbalizaciones negativas sobre sí mismo o sobre su vida

– “No valgo para nada”

– “Esta vida es un asco”

– “Mi vida no tiene sentido“

– “Estaríais mejor sin mí”

– “Soy una carga para todo el mundo”

– “Toda mi vida ha sido inútil”

– “Estoy cansado de luchar”

– “Lo mío no tiene solución”

– “Quiero terminar con todo”

– “Las cosas no van a mejorar nunca”

  NOTICIAS RECOMENDADAS

Comentarios o verbalizaciones relacionadas con el acto suicida o la muerte

– “Me gustaría desaparecer”

– “Quiero descansar”

– “No deseo seguir viviendo”

– “Me pregunto cómo sería la vida si estuviese muerto”

– “Quiero quitarme la vida pero no sé cómo”

– “Nadie me quiere y es preferible morir”

– “No merece la pena seguir viviendo”

– “Después de pensar mucho ya sé cómo quitarme de enmedio”

Despedidas verbales o escritas: “Quiero que sepas que en todo este tiempo me has ayudado mucho”

Señales de alerta no verbales

1. Cambio repentino de conducta y aumento significativo de irascibilidad, irritabilidad e ingesta de bebidas alcohólicas en cantidades superiores a las habituales y con una frecuencia inusual

2. Periodo de calma y tranquilidad repentino cuando previamente ha presentado gran agitación. (Considerar esta situación una mejoría puede ser un error; puede constituir una señal de peligro de riesgo inminente)

3. Aparición de laceraciones recientes en alguna de parte del cuerpo

4. Regalar objetos muy personales, preciados y queridos

5. Cerrar asuntos pendientes

Suicidio: factores que protegen

– Sólidas relaciones personales

– Creencias religiosas y espirituales

– Estrategias prácticas positivas de afrontamiento y bienestar como modo de vida

– Enfoques anticipatorios de prevención

RECUPERADO DE: https://www.eluniversal.com.co/salud/suicidio-y-depresion-una-relacion-que-se-debe-vigilar-de-cerca-NH5911917

Señales que te indican que es hora de ir a terapia. Por: VALERIA CARAZO

La psicoterapia es el término con el que se refieren al tratamiento de enfermedades mentales, pero no quiere decir que el paciente deba tener una enfermedad de base para acudir al especialista, explica la Clínica Mayo.

En la psicoterapia, los profesionales de salud mental le brindan al paciente las estrategias, habilidades y destrezas con las que afrontamos los desafíos y retos de la vida.

Cuidar de la salud mental debería ser una prioridad de las personas, pues al igual que el resto de órganos, el cerebro también requiere ciertos cuidados.

En Colombia se realiza la Encuesta Nacional de Salud Mental cada 5 años y la última se realizó en 2015. En el reporte de ese año se evidenció un aumento en el número de atenciones de salud mental con casi 940 mil personas atendidas. Cifra que se duplicó para el 2020 con casi 1.3 millones de consultas. (Lea: Suicidio y depresión: una relación que se debe vigilar de cerca)Durante el confinamiento hubo un sinfín de personas que vivieron situaciones complicadas por las que decidieron acudir a un psicólogo de manera virtual.

Esta nueva forma de atención alentó a los pacientes a perder el temor de hablar abiertamente de los problemas que afectan a nivel emocional.

Todas las personas pasan por momentos de dificultad y necesitan tratamiento psicológico para afrontar de manera asertiva cada situación, por esta razón, es importante que se empleen las herramientas que ofrecen los psicólogos para proteger la salud mental de sus pacientes.

“Algunas veces pasamos por problemas que superan la fuerza que tenemos en ese momento y no encontramos la solución, por lo que experimentamos malestar, inconformidad y sufrimiento. Es allí cuando podemos necesitar el acompañamiento psicológico”, afirma Marisol Rosales, psicóloga maestranda en neuropsicología. Además, “puede resultar difícil reconocer que debemos acudir a alguien que nos ayude a mejorar la manera en que nos relacionamos con nuestro entorno”, añadió. (Lea aquí: Aprenda a controlar el estrés de las fiestas de año nuevo en pandemia)

La profesional en psicoterapia explica cuáles son las señales que nos pueden alertar de un deterioro de la salud mental y que es momento de ir a consulta.

1. Nuestras relaciones interpersonales están deterioradas.

2. Hemos sufrido de eventos y problemas muy fuertes en el pasado y no dejamos de pensar en ello.

3. No disfrutamos de actividades que antes si lo hacíamos. O que nos sentimos desconectados de ellas.

4. No estamos conformes con nuestra vida.

5. Presentamos ansiedad, exploramos emociones y no sabemos cómo manejarlas.

6. Personas a nuestro alrededor están preocupadas por nosotros.

Además, explica que acudir a terapia psicológica es un acto de amor propio. Con el acompañamiento psicológico podrá alcanzar el bienestar que quizás no tiene hace tiempo y ver como adquiere la capacidad de manifestar actitudes positivas:

– Aceptarte a ti mismo

– Enriquecer tu relación de matrimonio

– Ser mejores padres

– Prosperar en tu trabajo

– Profundizar en el sentido de tu vida

– Lograr disciplina para realizar ejercicios

– Dejar atrás y perdonar

– Mejorar la capacidad de expresar emociones

RECUPERADO DE: https://www.eluniversal.com.co/salud/senales-que-te-indican-que-es-hora-de-ir-a-terapia-EH5922350

Esto es lo que significa “manía” en psicología. Por: SERGIO GARCÍA

Sergio García Soriano prosigue con el Abecedario de la Psicología y llega a explicar que es la manía. Esta palabra se define como la “alteración del estado del ánimo” que puede formar junto a la depresión parte del trastorno bipolar.

Cuando decimos la palabra “manía” de manera común pensamos en conductas peculiares que no podemos dejar de hacer por la costumbre.

Por ejemplo, morderse las uñas o dormir con calcetines (popularmente llamados maniáticos).

Sin embargo, este término para la psicología está en relación con el origen de la palabra que nos remitía a “frenesí, estar exaltado o furioso”.

Entonces, podemos definir “manía” como “alteración del estado del ánimo” que puede formar junto a la depresión parte del trastorno bipolar. 

La característica de la manía es ser excesivamente expansivo, eufórico, elevada irritabilidad y con un alto nivel de potencia aparente.

Se trata de un estado patológico y temporal que puede durar hasta una semana y padecerlo la mayor parte del día.

La persona que lo padece pierde generalmente el hilo argumental y tiene la idea de que sus pensamientos van a gran velocidad. Además existe un gran parloteo o locuacidad.

Por lo que en esta fase maníaca se distraen con estímulos nimios, apenas pueden concentrarse y pasan de un tema a otro, apareciendo delirios de grandeza y genialidad pudiendo aumentar la impulsividad y agresividad, a la vez que se decrementa la capacidad de juicio y la valoración de riesgos.

Se pueden tomar así malas decisiones financieras, afectivas…y que se discuta o se pelee con la familia o en el trabajo. Además, pudiendo tener hipersexualidad o acercándose a sustancias de riesgo (cocaína). 

Sin embargo, tenemos que decir que es una cuestión de grado, y que es más frecuente la hipomanía donde no existen delirios y la duración es menor de una semana y solo durante algunas horas del día, sin llegar a poner en riesgo su vida. Los síntomas son menos severos.

El tratamiento de la manía se produce a través de la psicoterapia que va a devolver al paciente a las horas de descanso necesarias y a un patrón de comportamiento sano.

El desencadenante de los episodios maníacos suelen ser afectivos ya que son personas altamente sensibles, por lo que el objetivo de la terapia será analizar los “pródromos” o signos previos para poder una vez detectados, revertirlos y que de esta manera no den lugar a la sintomatología.

RECUPERADO DE: https://www.eluniversal.com.co/salud/esto-es-lo-que-significa-mania-en-psicologia-YG5954188