Dolor benigno: qué es y para qué sirve

Cierta clase de experiencias dolorosas podrían ayudar a personas con tendencia a la autolesión

¿Y si te dijeran que el dolor autoinfligido, puede ser en realidad un mecanismo de afrontamiento efectivo para reducir las emociones negativas o desagradables? Suena un poco extraño, ¿no? Pues así lo sugiere un estudio reciente elaborado por la investigadora Ashley Doukas y sus colegas (2019), publicado en la revista Emotion.

En este artículo veremos con detalle en qué consistió esta investigación, cuáles fueron sus resultados y conclusiones, y también qué dijo sobre el dolor benigno (este tipo de dolor que explicaremos) un experimento previo.

  • Neuropsicología Bogotá

¿Qué es el dolor benigno?

Una nueva investigación, del año 2019, publicada en la revista Emotion y dirigida por Ashely Doukas, sugiere que este tipo de dolor está implicado en la regulación de nuestras emociones.

Así, según este estudio, el dolor benigno consiste en un tipo de dolor físico, que podría ayudarnos a reducir la angustia y otros síntomas psicológicos. Se trataría, pues, de una estrategia de regulación de emociones.

Pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de dolor benigno (siempre según dicho estudio)? Nos referimos a parte de los fenómenos psicológicos que hay detrás de las conductas autolesivas no suicidas (en inglés NSSI). Estas conductas generalmente las llevan a cabo personas con algún tipo de trastorno mental (por ejemplo anorexia, depresión… Sin embargo, según este estudio que habla sobre el dolor benigno, estas conductas también son desarrolladas por una parte de la población que no padece ningún trastorno mental.

¿El por qué de estas conductas? Siempre se ha pensado que estas personas (las que tienen algún tipo de trastorno mental) cometen estos actos porque quieren algún tipo de dolor que les evite sentir el dolor emocional que sufren, es por ello que se causan este dolor catalogado como dolor benigno.

Sin embargo, la investigación de la que hablamos sugiere que más allá de esta razón, se encuentra la siguiente: regular los estados emocionales extremos. Esta afirmación la sostiene la autora del estudio, Ashley Doukas.

Así, como se ha observado en esta investigación, habría una parte de la población saludable (el grupo “control”) que utilizaría este dolor benigno para contrarrestar ciertas emociones negativas. Este dolor benigno no siempre es provocado por uno mismo, y podría incluir también sensaciones de frío, calor o presión no dañina (como se usó en el experimento). Concretamente, este grupo informó de una reducción de las emociones negativas después de haber recibido un estímulo de carácter doloroso.

¿En qué consistió el experimento?

En la investigación de la que os hablamos que intentó explicar el por qué del dolor benigno, los investigadores procedieron de la siguiente manera: expusieron a 60 participantes a imágenes perturbadoras, y les ofrecieron dos tipos de estrategias cognitivas, así como dos estrategias físicas, para afrontar las emociones negativas producidas por dichas imágenes.

Se les dijo a los participantes que podían reducir esa emoción negativa de diferentes maneras:

  • Pensando en una imagen diferente.
  • Cambiando el significado de la imagen en su mente.
  • Autoadministrándose un shock doloroso.
  • Autoadministrándose una estimulación eléctrica indolora.

Resultados

Los resultados de la investigación sobre el dolor benigno fueron los siguientes: el 67,5% de los participantes escogió, al menos una vez, la autoadministración del shock doloroso.

Se realizaron 16 ensayos, y en estos, los participantes escogieron el shock doloroso entre 0 y 13 veces (en un promedio de 2 veces por participante). Los mismos participantes calificaron como igual de efectiva que otras la estrategia de la estimulación dolorosa, a fin de regular la angustia que sentían al ver las imágenes desagradables.

Conclusiones

Ashley Doukas, la autora del estudio, espera, a partir de estos resultados, que se desestigmaticen las personas que se involucran en este tipo de conductas autolesivas, ya que, según ella, el dolor benigno sería otra forma de regular las emociones negativas. Desde este punto de vista, sí que es cierto que hay conductas autolesivas muy perjudiciales para uno mismo, pero después están otras, llevadas a cabo por un grupo, que esconden una “buena intención” detrás, y es la autorregulación.

Este estudio nos puede parecer un tanto estrambótico: ¿quién puede decir que autolesionarse es bueno? Pero no debemos quedarnos con la parte superficial; lo que da a entender Doukas, con su investigación, es que hay conductas autolesivas muy negativas, por supuesto, pero que hay otras que no lo serían tanto, porque en realidad el dolor que se causa no es para hacerse daño a uno mismo, sino para regular un estado interno desagradable, como un mecanismo de afrontamiento propio.

Doukas, en su estudio, nos sugiere que pensemos en cuando las personas se realizan masajes intensos, que “duelen” pero a la vez son agradables, o en cuando nos ponemos salsa picante a los tacos. En estas situaciones estamos causándonos un “dolor benigno”.

Otras investigaciones

En investigaciones anteriores a la mencionada, se procedió de la siguiente forma: se expuso a que los participantes del experimento se sentaran a solas en una habitación vacía, durante 10 minutos.

Se les ordenó que no durmieran, leyeran o usaran el teléfono móvil. Pero sí se les permitió una cosa: autoadministrarse, con la frecuencia deseada, una estimulación eléctrica dolorosa o indolora.

¿Qué sucedió en este experimento? Los resultados mostraron cómo el 60% de los participantes, decidió autoadministrarse, al menos una vez, el estímulo eléctrico doloroso. ¿Cuántas veces se administraron la estimulación? Este número osciló de 0 a 69, con una media de 13, lo que es muchísimo.

Es decir, preferían sentir dolor a estar aburridos. Como en el experimento anterior, el dolor benigno, en este caso, actuaba como una estrategia autorreguladora para reducir las emociones negativas, como sería el caso del aburrimiento.

¿Dolor saludable?

A raíz de las investigaciones explicadas, nos podemos preguntar (como hizo Doukas) ¿Dónde están los límites entre dolor “saludable” y dolor “no saludable”?

Según ella, no tanto en el propio dolor, sino en el mecanismo para producir dicho dolor; no es lo mismo hacerse un corte que darse un calambrazo, por ejemplo. Así, quizás el límite se encuentra en la manera de infringir ese dolor.

Su importancia ante las conductas autolesivas

Ashley Doukas insiste en que el dolor benigno forma parte de las poblaciones no clínicas, y por ello no deja de darle la importancia que se merece a las conductas autolesivas en pacientes con alguna patología mental, porque se trata de casos muy graves. Pero ella lo diferencia; no son las mismas acciones ni tienen la misma finalidad.

Doukas pretende, a través de su investigación, y de futuras investigaciones que tengan como objeto de estudio el dolor benigno, que se puedan ampliar las opciones de tratamiento para las personas con conductas autolesivas. El objetivo es que puedan utilizar mecanismos más “sanos” y que, por ejemplo, en lugar de quemarse o cortarse la piel, puedan utilizar algún tipo de estimulación eléctrica no nociva.

Doukas habla, para posibilitar dichos tratamientos, de los TENS (dispositivos de estimulación eléctrica), unos aparatos que se usan en el ámbito de la fisioterapia con frecuencia. La autora anima a eliminar estigmas y a abrir la mente, especialmente a los profesionales de la salud y de la salud mental.

Referencias bibliográficas:

  • Doukas, A. M., D’Andrea, W. M., Gregory, W. E., Joachim, B., Lee, K. A., Robinson, G., Freed, S. J., Khedari-DePierro, V., Pfeffer, K. A., Todman, M., & Siegle, G. J. (2019). Hurts so good: Pain as an emotion regulation strategy. Emotion. Advance online publication.

Tomado de: https://psicologiaymente.com/clinica/dolor-benigno?fbclid=IwAR2lUHqnU0x4RoSXCmF2TLoixljBRXi4Geqsw4cmHAWqZtQ6Ch1RRyuXy3o

Epilepsia: “No, profesora, no estoy soñando despierta, estoy teniendo una convulsión”

Katherine SellgrenBBC News

  • 7 noviembre 2018
Olivia Salvati
Image captionOlivia fue diagnosticada con crisis de ausencia cuando tenía 11 años.

“Cuando era joven mis profesores pensaban que era desobediente y que ‘tenía pájaros en la cabeza’. Pero estaba sufriendo una crisis de ausencia”, cuenta Olivia Salvati, de 21 años.

“Esto no es estar soñando despierta. Es tener una horrible pesadilla que te deja sintiéndote completamente agotada”.

Olivia descubrió que sus crisis de ausencia -un tipo de epilepsia- provocaban que a menudo se le percibiera como distraída o desatenta.

Ahora, para concientizar sobre su enfermedad, está dirigiendo una campaña para la organización de ayuda británica Young Epilepsy (“Epilepsia Joven”) para ayudar a los educadores a reconocer los signos del trastorno.

El grupo afirma que la mayoría los colegios en Reino Unido tienen al menos un estudiante que sufre crisis de ausencia y que los maestros deben ser conscientes de los signos que a menudo pasan desapercibidos durante muchos años.

Las crisis de ausencia, o ausencias típicas, son un tipo de convulsión, una alteración breve -por lo general de unos 15 segundos- de la función cerebral debido a la actividad eléctrica anormal en el cerebro.

La mayoría de las crisis duran unos segundos y por lo general involucran episodios de mirada fija o ausencias.

Cerebro
Image captionLas crisis de ausencia, o ausencias típicas, son un tipo de convulsión, una alteración breve de la función cerebral debido a la actividad eléctrica anormal en el cerebro.

Los síntomas del trastorno pueden incluir:

  • Mirar al espacio y no responder a nada, lo cual se confunde con estar soñando despierto.
  • Detenerse súbitamente en medio de una frase o actividad.
  • Se incapaz de recordar lo que estaba ocurriendo en ese momento.

Estos episodios pueden ocurrir varias veces al día, presentarse durante semanas o meses antes de ser diagnosticados e interferir con el aprendizaje y desempeño escolar.

Young Epilepsy llevó a cabo un sondeo con 507 jóvenes que sufren crisis de ausencia o sus padres.

El grupo encontró que una tercera parte de éstos no están satisfechos con el apoyo que ofrecen sus colegios, escuelas o universidades.

También reveló que:

“Difícil de identificar”

Olivia fue diagnosticada con crisis de ausencia cuando tenía 11 años. Cuando cumplió 14 años también se le diagnosticaron otro tipo de convulsiones epilépticas: crisis convulsivas tónico-clónicas y crisis mioclónicas.

“Es como soñar despierta. Tu mente queda en blanco por unos 30 segundos o hasta un minuto. Son realmente difíciles de identificar. No tienes idea de lo que está ocurriendo y después recobras la conciencia”, cuenta la joven.

“También tengo otro tipo de convulsiones epilépticas, pero para mi las crisis de ausencia son las peores porque no son obvias”.

Olivia asegura que aunque no experimentó acoso en el colegio, a menudo se sentía excluida por sus compañeros.

“Me hacían muchos comentarios como ‘Tú no puedes venir con nosotros por tu epilepsia porque queremos que estés bien’, así que a menudo me sentía excluida”.

“Y los maestros están tan ocupados que no tienen tiempo de tratar contigo”.

Carol Long, presidenta de Young Epilepsy dice: “Los padres y los maestros deben saber que las crisis de ausencia a menudo pasan desapercibidas durante muchos años”.

“Si pueden detectar unos pocos signos reveladores, ellos pueden obtener un diagnóstico apropiado antes de que el bienestar y la educación del niño se vea afectada”.

Olivia Salvati
Image captionOlivia está ahora en su tercer año de universidad y dice que está disfrutando la vida.

La profesora Helen Cross, de la organización británica Childhood Epilepsy (Epilepsia Infantil) señala: “Los síntomas más comunes y reconocidos de la epilepsia son los temblores incontrolables y las caídas al suelo”.

“Sin embargo, las crisis de ausencia son una de las formas más comunes de epilepsia en niños”.

“Los padres y maestros tienen que saber cómo detectarlas y ayudar a prevenir que los jóvenes enfrenten problemas sociales y educativos”.

“También es importante obtener un diagnóstico preciso. Afortunadamente la mayoría de los niños que viven con crisis de ausencia responden muy bien al tratamiento”.

Olivia está ahora en su tercer año de universidad. Dice que aunque toma tiempo descubrir el mejor medicamento y dosis para cada individuo, el manejo de las convulsiones se facilita con el tiempo.

“A pesar de lo que difícil que pueda ser la situación, ésta mejora con el tiempo”, afirma.

“Habla con la gente a quien realmente le importas, los médicos, amigos, o grupos de ayuda”.

Y Olivia también recomienda ser honesto sobre el trastorno y no mantenerlo en secreto.

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Tomado de: https://www.bbc.com/mundo/noticias-46125319?fbclid=IwAR0IuHXpKOvvhwwvygm6BGAOgbNzXusSl0NInXr7oVxmv29iJ_AYxiOMu0I